Juanes dispara la escopetarra
Tiene una guitarra con forma de rifle con la que le canta a los secuestrados de Colombia. Organiza conciertos en beneficio de los niños de Antioquia, su provincia. Ha ganado ocho Grammys latinos. Vive en Miami, pero cuando llega a la casa de su mamá, en Medellín, juega Play Station con sus amigos del barrio. Es Juanes, hermano.
Sebastián Montalva W., desde Medellín, Colombia.
(18/12/2003)
Juan Esteban Aristizábal tiene algo que nadie más posee en Colombia: una escopetarra. Es una guitarra electroacústica hecha a partir de un rifle. El arma perteneció a un guerrillero colombiano que decidió entregarla en señal de paz. Un músico de Medellín la transformó en guitarra y el martes pasado se la regaló a Aristizábal, más conocido como Juanes (una abreviación de Juan y Esteban), el compositor colombiano más famoso de la actualidad.
“En la rueda de prensa apareció el man con esa escopeta, hermano, y yo no lo podía creer. Además que la conectamos, sonaba y yo ¡ufff!”, recuerda Juanes un día después, mientras almuerza en un restaurante típico de Medellín, su ciudad natal. “Es un símbolo muy fuerte, hermano, de que las armas son las palabras, ¿me entiendes? Y acá en Colombia, en Medellín, pues eso tiene un significado muy heavy. Ojalá todas las armas de Colombia o del mundo fueran como ésta”.
El día de esta entrevista, mientras la prensa local informa sobre los familiares de secuestrados que se tomaron la Catedral de Bogotá para presionar al gobierno por una solución o sobre la llegada de escuadrones SWAT estadounidenses para combatir la guerrilla, Juanes, un paisa nacido hace 31 años en el departamento colombiano de Antioquia, vuelve a tocar en Medellín tras dos años de ausencia y ocho Grammys Latinos ganados por sus discos “Fíjate bien” (2000) y “Un día normal” (2002). Está nervioso, confiesa, porque entre el público estarán sus familiares y amigos, sin contar a los cientos de mujeres que irán sólo para verlo a él. Dicen los habitantes de Medellín que en su ciudad están las mujeres más hermosas de América. “Imagínate que Angie Cepeda (la “colombiana” de “Pantaleón y las visitadoras”), que es de Barranquilla, queda como fea al lado de las de Medellín”, asegura Juanes.
Mh. Ya.
Pero no sólo por eso está contento: el concierto de esta noche irá en ayuda de los niños pobres de Antioquia. Para asistir, cada persona debe comprar un kit de útiles escolares, que serán donados a escuelas de bajos recursos, y canjearlo por la entrada. O bien, pagar un VIP de 40 dólares que se entregarán a beneficiencia, a través de su Fundación “A Dios le pido”.
Juanes está librando su propia guerrilla en Colombia, que no tiene nada que ver con la violencia. “A mí me duele mucho Colombia, porque lo que pasa acá es muy injusto, hermano. La música estuvo por mucho tiempo desvinculada de la parte social, cuando es al contrario: la música mueve masas, hermano, la música tiene que generar cosas positivas de la gente, yo creo, uno puede tratar de que pasen cosas reales en la sociedad, hermano”.
JUANES, HERMANO, es el menor y sexto hijo de una familia del centro de Medellín. El regalón. Hoy vive en Miami junto a su novia Karen Martínez y su hija recién nacida, Luna. Pero lo primero que hace cuando llega a su ciudad es ir a la casa de su madre, Alicia (su padre murió de cáncer hace nueve años) y jugar Play Station con sus amigos. Tal como a Iván Zamorano, a Juanes su mamá le cocina, le hace bandejas paisas, la comida típica de Colombia. Claro que Juanes no come eso antes de un concierto: es una bomba que lleva porotos, arroz, media palta, chicharrones de cerdo, carne de vacuno molida, plátano frito, huevo frito y se acompaña de jugo de maíz. “Si comiera eso hoy no podría cantar en dos días”, confiesa mientras degusta un pescado a la plancha.
Su amigo de toda la vida, Andrés Cock, quien lo acompaña cada vez que regresa a Colombia, cuenta que Juanes siempre quiso ser un músico famoso. “A los seis años tenía una guitarrita y cualquier acto que había en el colegio él era el que cantaba y se disfrazaba de los Chalchaleros”, recuerda Cock. “Ya de adolescentes hacíamos rumbas en mi finca y siempre Juanes era el centro de atracción con la guitarra. Ayer estábamos sentados en una terracita en el apartamento de su mamá, mirando la vista de Medellín, y me decía ‘No sabes cuánto extraño esto, pero ya no puedo’. Lógicamente él está en otra cosa, pero le hace mucha falta estar acá, salir y tomarse un aguardientico con los amigos”.
Hoy Juanes es uno de los ídolos de Medellín, junto al artista Fernando Botero. Atrás quedó la época en que tenía una vieja guitarra eléctrica Cort, que enchufaba al equipo de sonido de su casa para copiar, gracias a un pedal de distorsión hechizo, el sonido de sus ídolos, Metallica y el disco que, para él, “es una obra de arte inigualable”: “Master of puppets” (1986). Juanes cuenta que siempre escuchó en su casa música colombiana, Silvio Rodríguez o Carlos Gardel, pero que también rayaba por grupos metaleros como Iron Maiden, Kreator o Slayer.
- ¿Conoces a Tom Araya? El vocalista de Slayer...
“Sí, sí, claro. Hermano, personalmente no. Pero me encantaría”.
- Es chileno, ¿sabías? Nació en Chile.
“Ah, no me digas ¿En serio? No sabía eso, hermano. ¡Qué nota!”
En 1988 formó una banda de rock llamada Ekhymosis, en la que cantaba con la voz rasgada al estilo Kreator, como reacción a lo que se vivía en Medellín por esos años, uno de las períodos más violentos del narcotráfico, con la mafia de Pablo Escobar funcionando activamente.
“Acá en Colombia tú le puedes preguntar a cualquier persona: de alguna forma todos hemos tenido la violencia en la puerta de la casa”, explica Juanes. “Mi infancia aquí en Medellín fue muy bonita, hermano. Fue así hasta los 15 años, cuando el narcotráfico empezó a afectar la ciudad y ya no se podía salir a las calles. A uno de mis amigos del colegio lo mataron en una locura: en una discoteca común y corriente entraron unos hombres y ametrallaron a todo el mundo sin razón. A un primo hermano lo secuestraron, pidieron dinero, lo dieron, pero igual lo mataron”.
A pesar de tener un relativo éxito en Colombia, Ekhymosis nunca pudo llegar más alto. Con los años, la banda de Juanes fue cambiando su estilo. “Después de diecisiete años tocando empecé a entender que yo no era James Hetfield (vocalista de Metallica), que yo no había nacido en San Francisco ni en California, que yo era uno más de Medellín, que tenía otra información en mi sangre y estaba empezando a extrañar eso. Entonces empezamos a experimentar un poco con ritmos colombianos y a bajarle un poco la distorsión”, recuerda Juanes.
“Para mí fue muy duro, tuvimos problemas con los fans más radicales porque decían que nos habíamos vendido, pero a la vez las cosas empezaron a funcionar. De repente, cuando yo estaba en el escenario tocando me sentía bien, hermano. Me hacía falta la percusión, la melodía, la salsa, el sabor”.
De todos modos, Ekhymosis se acabó (aunque tres de los músicos de esa banda siguen tocando con él) y Juanes, luego de titularse como diseñador industrial, decidió partir en 1998 a Los Ángeles en busca de su futuro como músico. “Los Ángeles fue el lugar que me ayudó a comprender quién era yo. Estaba solo y tenía que luchar por lo mío. Se me quitaron todos los fantasmas, el metal y el rock, y dije voy a hacer la música que venga de mi corazón, no me importa si es bailable, si es densa, voy a hacer lo que quiera”.
UN DÍA, un demo con sus temas llegó a manos del productor argentino Gustavo Santaolalla, quien lo llamó al motel donde vivía en Los Ángeles. “Este man me dice ‘Vamos a trabajar y fue como un sueño’”, recuerda Juanes. “Yo lloré porque estaba desesperado, era una ciudad muy grande y estaba solo, con depresión. Fueron años muy difíciles, no tenía qué comer. Yo viví en Los Ángeles un tiempo a punta de arroz y de agua de la canilla. Fue una época heavy, y sobre todo la soledad, hermano”.
El resto es historia conocida. Junto con Santaolalla, Juanes grabó canciones como “A Dios le pido”, “Mala gente” o “Es por ti” y se convirtió en uno de los artistas latinos más importantes del momento. Incluso hoy cuenta con el auspicio de Fender, quien le regala 15 guitarras al año, las que él elija. Claro que Juanes siempre escoge el modelo Telecaster, de cuyo sonido se enamoró hace unos años atrás. “Antes yo iba cada mes a las casas de empeño de Medellín para vender mi guitarra y tener otra. Este cambio yo lo disfruto muchísimo, porque desde el principio hasta ahora que estamos acá sentados han sido 17 años, hermano, me ha costado, no se me olvida y me da mucha alegría”.
Ante 40 mil personas y armado sólo con su escopetarra, Juanes canta “Sueños”, una nueva canción que habla sobre los secuestrados y que incluirá en su próximo disco de estudio, que se espera para fines de 2004. Sueño con la paz, con el final de esta egoísta guerra (...) Que a mi familia no le pase nada (...) Un mundo donde no haya terrorismo ni nada que termine en ismo... Todos lo escuchan en silencio. Lo está diciendo un colombiano como ellos. Lo está diciendo Juanes, hermano.