El embajador electrónico
Con ese nombre, Ricardo Villalobos podría haber sido el compañero de colegio o el de la oficina en Chile. Pero, a sus 33 años, es uno de los músicos de avanzada de la electrónica europea, y vuelve a su país natal junto a una delegación de músicos chilenos afincados en Alemania. El exilio político de una generación tuvo una secuela inesperada: sus hijos hicieron música electrónica.
David Ponce 18/12/2003
Para algunos hacer música electrónica puede ser sumergirse en un estudio rodeado de consolas, teclados o laptops. No necesariamente para Ricardo Villalobos. Su nuevo disco, “Alcachofa”, publicado hace un mes por el sello alemán Playhouse, tiene a sus pies a la crítica europea y empieza con una voz galáctica, como un link a cualquiera de los clubes en Berlín, Londres o Ibiza donde suele poner música. Pero bastaría hacer foco en lo que dice esa voz para descubrir que no viene de allí, sino de Santiago de Chile. De la calle Alicahue, en La Florida, para ser exactos. Entre Gerónimo de Alderete y Walker Martínez.
Esa canción se llama “Easy Lee”. “Todas esas melodías están hechas en Santiago de Chile. Hace tres años”, explica Villalobos: se refiere a la casa que compartía en ese tiempo con otros músicos como Lucien Nicolet y Martín Schopf. “Era una situación bien difícil, perdíamos una casa de la mamá de Martín y toda una base que teníamos. Yo estaba haciendo música y de repente salió esa melodía. Claro, es un poco triste, pero también es un empezar”.
- ¿Qué dice esa voz?
“Sale la palabra trees (árboles)”, reconstituye, por teléfono desde su casa en Berlín. “Tiene que ver con el jardín que teníamos en Alicahue, que era paradisíaco, con una piscina al final, árboles viejos gigantes, palmeras. Era tratar de capturar eso en tu mente, sentir el aire, y respirar y ver el cielo azul en Chile. Es lo que uno canta en ese momento. Lo que uno ve con sus ojos”.
Inti-Illitechno
Si la música electrónica fuera un deporte, Ricardo Villalobos sería Iván Zamorano en sus mejores años en la liga italiana. Junto a los aludidos Martín Schopf y Lucien Nicolet, a la DJ Chica Paula o al dúo Mambotur, todos salidos de Chile, ha ganado espacios en el neurálgico frente electrónico alemán, como DJ y también con discos propios.
Todos están de visita en Chile, para bailar, por ejemplo, en la rave del domingo en la Plaza de la Constitución y para actuar este sábado, el Año Nuevo y en el festival Mutek de enero en Valparaíso. “Principalmente no vengo a trabajar a Chile, sino a visitar a mi familia, mis amigos, viajar un poco y descansar”.
Ricardo Villalobos nació en Santiago en 1970 y a los tres años partió a Alemania con su familia: su padre, Pedro Villalobos, hasta entonces profesor en la Universidad Técnica, fue exiliado tras el golpe militar. Ricardo y los suyos vivieron veinte años en un pueblo de dos mil habitantes al sur de Frankfurt. Hace cuatro años se cambió a Berlín.
“Hay cinco meses del año en que no estoy aquí. Uno pasa el tiempo viajando a Chile, a festivales en Montreal, a cosas en Japón, en Australia. Todos los fines de semana por lo menos hago una cosa fuera de Alemania, además de los clubes que uno ama: dos aquí en Alemania, uno en Ibiza y otro en Londres”.
- ¿Cómo creció esa comunidad de músicos chilenos en Alemania?
“Todos siempre han tenido un interés propio por la música electrónica. Y más encima tenemos historias súper parecidas: ser hijos de académicos que se tuvieron que ir de Chile el ‘73. Muchos amigos se vieron amenazados y se fueron no más. Nuestros padres hablaban de las mismas cosas, uno escuchaba la misma música en la casa”.
- Como hijo de exiliado ¿no debía gustarte la música folclórica?
“Lógico. Pero en lo que hacemos hay muchos de esos elementos, como la melancolía. Lo que hacen Dandy Jack y Luciano, por ejemplo, tiene melodías súper bonitas, y creo que toda la influencia andina y folclórica es muy grande en nosotros”.
- “Alcachofa” fue publicado el 18 de septiembre. ¿Es casual?
“No, lógicamente tenía que ver. Cuando entre las posibilidades mencionaron el 18 dije ‘¡Ah! Perfecto. Ése es el día’. El 11 de septiembre habría sido muy pronto y tampoco era un día muy bonito. El 18 es importante, siempre he vivido con mis padres en Alemania, con las reglas, la cultura, la mentalidad, la música, la comida chilena. Siempre se respetaban esos días”.
- ¿Crees en la diferencia entre música electrónica para bailar y oir?
“Claro, se trata de encontrar la mitad. Según tu decisión puedes bailar o descansar. En la música sudamericana uno de los aspectos más importantes es que las melodías siempre están entre felicidad y melancolía. En la música brasilera, en Colombia, en todas partes”.
- ¿En la chilena también?
“De todas maneras. Muchas melodías de los Inti (Illimani), de los Quila (payún), de los Illapu, son melancólicas, pero están entremedio. Me quedó claro cuando las escuché por primera vez, cuando era niñito chico: eso queda pegado el resto de tu vida. Uno busca exactamente esas melodías siempre”.
La ventaja del exótico
La primera vez que Ricardo Villalobos subió a un escenario en Chile fue en 1994, en la recordada fiesta del eclipse de 1994 en Arica.
“Estuve volviendo a Chile desde el ‘86 y sabía lo que estaba pasando”, dice. “El único choque cultural fue ver que podía tocar esta música acá también. Pero uno sabe que lo que mueve a la gente es el ritmo y esa regla vale para todo el mundo. Y uno tiene la sensación de que es rico estar entre chilenos... el humor, uno se muere de la risa a cada rato”.
- ¿Tanto como para volver?
“Estuve tratando, mira, de hacer algo en Chile. Pero a la larga todos se meten el dedo en la boca unos a otros. Como es un sistema donde todo el mundo es pillo, uno se convierte en un pillo también, y eso es un cambio raro que uno observa en sí mismo. Eso es lo que nos hizo fracasar con negocios y fiestas. Le pides a un tipo que te vaya a dejar los parlantes a las siete y no llega sino hasta las once porque tuvo que ir a comer con sus suegros”.
- Tus padres sí volvieron. ¿Ellos son chilenos, pero en el fondo tú no?
“Em... yo soy la mitad de un chileno. Son como un morf raro, así, entre un chileno y un alemán”.
- ¿Un monstruo, dijiste?
“Un morf”, se ríe. “Bueno, un monstruo puede ser también. Uno goza un poco no ser de un sitio totalmente. Yo siempre tengo la ventaja del exótico, aquí y en Chile. No es que no tenga identidad: uno tiene una identidad mundial. Para mis padres irse de Chile fue una catástrofe emocional, familiar, de amistad, de patria. Pero mi papá me enseñó eso: puede pasar en cualquier momento que debas irte, si te piden hacer el servicio militar o ir a la guerra como soldado. Nunca en mi vida. Tomo mis maletas y me voy. La flexibilidad es la inteligencia más grande”.
David Ponce
Ricardo Villalobos, Dandy Jack, Luciano Nicolet
Con Sonja Moonear (Suiza) y Carabina 30/30 (Dandy Jack y Luciano Nicolet).- Sábado 20 de diciembre, 23.30 hrs. Teatro Italia, Bilbao 465. $18.000, VIP $25.000, preventa por Ticketmaster $12.000 (690 2000). |