Magnífico presente navideño
Sergio Escobar
(22/12/2003)
Después de Beethoven, varios compositores como Bruckner, Dvorak y Mahler escribieron una Novena Sinfonía digna de estima. Sin embargo, en el ánimo de los melómanos de todas partes, la única y verdadera Novena Sinfonía es la de Beethoven, llamada Coral y estrenada en 1824. Es claro que la atracción principal reside en su último movimiento, con su entonces novedosa introducción del canto coral y solista, que siempre es recibido con entusiasmo. Fue por ello un estupendo regalo de Navidad programar la famosa obra para cerrar la temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica. Ante un público que colmaba el teatro de la Plaza Baquedano, David del Pino dirigió a la Sinfónica en una versión de la Novena de Beethoven que se caracterizó por la excelencia de la ejecución instrumental, la sólida participación del buen Coro de la U. de Chile, preparado por Hugo Villarroel, y el buen desempeño del cuarteto de solistas vocales. El programa se inició con la obertura del ballet Las criaturas de Prometeo, del mismo compositor, que sirvió para comprobar que la orquesta se encontraba en un óptimo nivel artístico. Ése fue reafirmado en el Primer Movimiento de la Novena, uno de los más perfectos jamás escritos, donde del Pino guió con dramática intensidad a su conjunto en esta maravillosa polifonía instrumental que algunos han llamado música de cámara para gigantes. Hubo completa afinación, excelencia técnica y un sentido musical impresionante, cualidades que se mantuvieron en el Scherzo que constituye el segundo movimiento.
Aquí se pudo apreciar un demostración de brillante precisión y disciplina perfecta, en pasajes donde sólo vale la perfección virtuosa de los ejecutantes. El tercer movimiento mostró un seguro fluir de música ligada de la mejor manera por el director y, para cerrar, el esperado Finale con sus numerosos cambios de espíritu, no siempre obedecidos por los directores. David del Pino los siguió con respeto, pero manteniendo el hilo conductor positivo en tanto señalaba las reminiscencias de los movimientos anteriores. El Coro de 80 voces cantó con seguridad, buena afinación y esa cuota de entusiasmo que señalan los versos de Goethe. El cuarteto solista, integrado por la soprano Patricia Cifuentes, la contralto Claudia Godoy, el tenor Gonzalo Tomckowiack y el bajo Leonardo Aguilar, cumplió bien con sus difíciles pasajes. El público les brindó a todos una colosal ovación. Este concierto se repetirá, con entrada libre, este lunes, a las 20:00 horas, en la Catedral de Santiago.