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Regalo de perfección 4/7/2003

26 de Diciembre de 2003 | 18:40 |
Regalo de perfección

Víctor M. Mandujano 4/7/2003

Un Teatro Oriente repleto ovacionó el miércoles la única presentación del Cuarteto Alban Berg en Chile.

Günter Pichler (primer violín), Gerhard Schulz (segundo violín), Thomas Kakuska (viola) y Valentin Erben (violoncello) iniciaron su actuación con Cuarteto en Do mayor Op. 76 Nº 3 Emperador, de Haydn, una obra maestra en la que el compositor se esforzó, además, por ampliar las posibilidades sonoras del cuarteto de cuerdas que buscaba salir del ámbito doméstico para instalarse en las salas de concierto.

El denominador común de la entrega fue la extrema transparencia del grupo, con un admirable trabajo de contrapunto, finísimos matices, entradas precisas y envolvente sonoridad. Las rápidas agilidades concentradas básicamente en el cuarto movimiento (Presto), fueron una prueba de fuego que el ensamble sorteó con elegancia y aguda sensibilidad.

En un lenguaje moderno, el grupo austríaco ofreció luego Cuarteto Nº 1 en Mi menor Sonata a Kreutzer (1908), del checo Leos Janacek. Una obra absolutamente original no exenta de disonancias, donde el autor busca nuevas posibilidades sonoras que incluyen la frotación violenta de las cuerdas, el pizzicato intercalado y en doble cuerda, y las inesperadas interrupciones de los instrumentos apabullando el discurso del primer violín. Inspirada en la obra homónima de León Tolstoi, la pieza demanda una extrema destreza técnica y musical donde las individualidades quedan supeditadas al trabajo colectivo. Desde allí, el grupo austríaco brilló en conjunto como un gran instrumento.

Finalizó el programa con Cuarteto Nº 11 en Fa menor Op. 95 Serioso, de Ludwig van Beethoven (1810). El solo nombre de esta obra (escrito en la partitura original) predispone a un clima denso. El compositor se encargaría más tarde de aclarar que el nombre significaba que era obra de difícil acceso, no destinada a la ejecución pública. Sin embargo, nada de serio ocurre y sus cuatro movimientos en tempo de allegro otorgan a la obra una sólida personalidad.

La extrema preocupación por los matices, el exquisito juego del contrapunto y la excelsa precisión en los ataques, unió al Cuarteto Alban Berg en una entrega que constituye un verdadero lujo para nuestro medio.

Exigido por el público, el conjunto agradeció con el sublime Adagio, del Cuarteto en Sol mayor Op. 77, de Haydn (1799), penúltimo aporte del compositor a una combinación de cuerdas por él creada.

Si alguna calificación cabe para definir la reciente presentación del Cuarteto Alban Berg, hay que decir: perfecta.
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