BUENOS AIRES.- Charly García hizo delirar a unas 7.000 personas con un recital arrasador como un ciclón en el estadio Luna Park, donde recuperó la corona de rey del rock and roll argentino y tocó en histórica sesión a dos guitarras con el ex Soda Stereo Gustavo Cerati.
Dos horas tardó en aparecer, en desafío a la paciencia y devoción que la profesan, pero después no dio tregua con 40 canciones durante tres horas, tras la ovación que explotó como un trueno cuando las luces rompieron las tinieblas e iluminaron con resplandores rojizos su esquelética silueta de Quijote.
Apareció como un fantasma arrastrándose debajo de un sofá en el extremo de una pasarela para desfiles de modelos y se irguió con su paso desaliñado, con una ropa ajustada al cuerpo como una media.
Envuelto en una aurinegra capa de monarca, desató un vendaval con “Yendo de la cama al living”, uno de sus éxitos legendarios, y forzó a poner de pie a los que ocupaban butacas preferenciales con su versión beat del “Himno Nacional”.
Mientras iba y venía por la pasarela sobre una cinta mecánica transportadora, hizo entrar en éxtasis a los jóvenes con “Parte de la religión” y “Cerca de la Revolución”, en otra demostración de su condición de ícono y leyenda roncanrolera.
La banda de chilenos integrada por Silva Peña, Hayashida y González le siguió los pasos con los motores afinados a todo trapo, sonando como un escuadrón de bombarderos de la segunda guerra mundial, en una noche sin fisuras.
Sentado a veces en un trono de terciopelo rojo, despatarrado en el piso o casi a punto de arrojarse a los brazos de sus fanáticos, Charly renació la noche del sábado para hacer un concierto como si nada hubiera sucedido.
En otro eterno regreso con gloria, a los 53 años, Carlos Alberto García Moreno evitó los desplantes y recompuso su mejor voz tan cascada como entonada para temas del último disco, entre ellos “Rock and roll, yo” y “Asesíname”.
En los clásicos como “Fanky”, “Rezo por vos”, “Popotitos”, “Nos siguen pegando abajo”, “No voy en tren”, “El aguante” y “Los dinosaurios”, Charly se interrumpía súbitamente y el coro, que las sabe de memoria, seguía cantando a voz en cuello, en una fusión de corazones y gargantas con el ídolo.
El romance no tuvo reflujo, pues arrancó en clímax y no se debilitó más, salvo en el intervalo, cuando dos pantallas mostraron imágenes de la TV británica con documentales sobre sus amados Beatles y Pink Floyd.
García rindió homenajes cuando empezó a ‘demoler’ con huracanes de sonido el Luna al tocar “Demoliendo hoteles” y dedicárselo al stone “Caballero mister (Mick) Jagger (Mick)”.
Una vibración emocional logró con la bellísima “Seminare” en honor a “María Gabriela” Epumer, guitarrista y cantante roquera que murió súbitamente a los 39 años.
Delante de su majestad desfiló por la pasarela, al estilo ‘The Wall’, un batallón de colegialas con uniformes blancos y brazaletes con el signo identificatorio de su tradicional ‘Say no more’, mientras Charly cantaba “Me siento mucho mejor”.
De pronto García dijo que invitaba a salir a escena a una persona de la que dicen que está peleado con él, pero que es mentira, y que ambos viven en lo que bautizó “Palermo Bagdad”.
Se hizo entonces la oscuridad y se abrió una puerta en la parte trasera del escenario, de donde brotaron infernales haces rojos de luz entre los cuales se dibujó la silueta de Cerati.
No es posible saber si García es capaz hoy de poner 70.000 personas en el Estadio de River Plate como Los Piojos, o arrastrar a multitudes como La Renga, dos de las bandas de los 90 que están en su apogeo.
Pero si quedó claro que al tocar “Vampiro” y “Pasajera en trance” junto con Cerati, improvisando acordes en la punta de la pasarela, muchos sintieron que podrán contar alguna vez que estaban en el Luna aquella mágica noche de rock and roll el 27 de diciembre de 2003.