Marcelo Contreras
La pregunta de anoche en el court central del Estadio Nacional, con Ian Anderson al frente de la Orquesta Metropolitana (un combinado de músicos de la Sinfónica de Chile y la Orquesta Clásica de la Usach), era si el rostro legendario de Jethro Tull lograría cocinar un tercer sabor. Un gusto diferente, que no fuera música clásica revuelta a la fuerza con rock. El matrimonio que hasta ahora ambos géneros no logran consumar. Sólo recordar las experiencias relativamente recientes de Metallica y Kiss provoca el deseo de que se mantenga el divorcio.
Los prejuicios fallaban a favor del músico británico, porque Ian Anderson equivale desde su génesis artística a rock sinfónico, a esas piezas de música de cámara electrificadas. Así que la mezcla fue natural, de pausada cocción. Primero acompañado por cuatro músicos en formato acústico, Anderson se llevó la primera ovación de la noche con "Skating away on the thin ice of a new day" del álbum War child (1974).
Los aplausos no cesaron para festinar su humor, sus relatos, sus poses de juglar y, sobre todo, su tono lúdico ejecutando la flauta traversa, que simplemente brilló en "Bourée" de Stand up (1969) y "Mother goose" de Aqualung (1971). Una lección de historia al mando de un clásico cada vez más parecido a una pieza de colección.
