NUEVA YORK.- Desde su más tierna infancia, Woody Allen corta su banana para el desayuno con cereales en siete pedazos. "Si lo hiciera de otra forma, tendría miedo de sacar al universo de su equilibrio", admite el director que encarnó con frecuencia a neuróticos neoyorquinos en sus films.
Y no es casualidad: el talentoso cineasta que el próximo jueves 1 de diciembre cumple 70 años no solamente interpreta a los personajes de sus películas, sino que los lleva en la piel.
Pensar en su cumpleaños únicamente acentúa su carácter ya de por sí depresivo. Directamente preferiría que esa fecha no tuviera lugar, declaró recientemente.
No considera en absoluto la idea de lograr la inmortalidad a través de su obra: "Recientemente alguien me dijo que yo viviré en el corazón de mis compatriotas. ¡Pero yo quiero seguir viviendo en mi apartamento!"
Tampoco deja entrever los rastros de sabiduría que otorgan los años: "Volvería a repetir todos mis errores". Y lo que otros consideran la mayor equivocación de su vida es para él "lo mejor que le ha sucedido": el matrimonio con su ex hija adoptiva Soon-Yi Previn.
La difusión de su relación amorosa con la coreana, 35 años más joven, destruyó en 1992 su relación de largos años con la actriz Mia Farrow y también dañó su reputación.
Pero todos lo que lo conocen más íntimamente confirman lo que él asegura de sí mismo: "Nunca me interesó en lo más mínimo lo que dijeran los demás". Woody Allen simplemente hace lo que considera correcto.
A nivel profesional, cuenta con prerrogativas sin igual en la industria del cine en Estados Unidos, normalmente impregnada de presiones y compromisos. Nadie se entromete en sus películas, y él decide en todos los ámbitos, desde el guión hasta la dirección.
"En su propio cosmos es prácticamente todopoderoso", aseguró Barbara Kopple, quien realizó el documental "Wild man blues" sobre la vida del cineasta y clarinetista, incluyendo la gira europea que realizó Woody Allen con su banda "New Orleans Jazz Band".
El verdadero Woody Allen es el opuesto del temeroso fracasado que encarna tan convincentemente en la pantalla grande: "Cuando Woody Allen toma el mando, no queda la más mínima duda de que él es el jefe", sostiene.
Su vida
Nacido en el seno de una familia judía de Brooklyn como Allan Stewart Konigsberg, siempre supo lo que quería. Ya con 16 años entregaba cada tarde entre 50 y 60 chistes a columnistas. Por ejemplo: "Hace dos semanas viví un muy buen ejemplo de anticoncepción oral. Le pregunté a una muchacha si quería ir conmigo a la cama, y me respondió que no".
Con 29 años, cobraba 10.000 dólares por presentación y se consagró como el cómico más conocido de Estados Unidos. Sus películas más influyentes las rodó a fines de los 70: "Annie Hall" (1977) y "Manhattan" (1979).
Hoy en día no comparte nada con las comedias que son un éxito de taquilla en los cines: "Siempre me sorprende cuánto hay de vulgar y común. Sinceramente, para mí la mayoría son un derroche de tiempo y simplemente no son cómicas".
En lo que fue su primera y probablemente última presentación en la ceremonia de los Oscar de Hollywood, realizó en 2002 un llamado a los productores a continuar filmando sus películas en su querida Nueva York, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Ese mismo año el director de "Zelig" (1983) y "Hannah y sus hermanas" (1986) participó por primera vez en el Festival de Cannes, donde recibió la Palma de las Palmas a su trayectoria.
El cineasta, guionista y actor, conocido entre otros por su hipocondría, también se permite bromear sobre su propia muerte. "No tengo miedo de morir... simplemente no quiero estar allí cuando suceda".
