Gilberto Ponce
En un concierto —que a la vez fue ceremonia con discursos y entrega de distinciones— se realizó la celebración del cumpleaños número 65 de la Orquesta Sinfónica de Chile, agrupación pionera de la actividad sinfónica en el país, y que dio origen a la creación de los otros conjuntos estables desarrollan este tipo de música en nuestro territorio.
La jornada estuvo marcada por la nostalgia de pasadas glorias, peticiones de un presupuesto digno y el anhelo de un teatro a la altura del conjunto.
Se homenajeó a tres integrantes que se acogieron a jubilación y se entregaron los premios Víctor Tevah, que otorga la orquesta a quienes considera los mejores solistas del año, tanto nacionales como extranjeros, así como al mejor director invitado.
Se trata de un concierto muy especial, donde prima la emoción y donde la música es casi un complemento. Es por ello que los resultados deben evaluarse en ese contexto, que difiere de los conciertos de la temporada oficial.
No obstante en la primera de las dos obras programadas, el nivel logrado fue notable. Nos referimos al Concierto en La menor Op. 16 para piano y orquesta del noruego Edvard Grieg, que contó como solista a Armands Abols, pianista letón que ha desarrollado una importante labor en nuestro país.
Abols es poseedor de una gran técnica, que se traduce en una digitación impecable. Tiene un claro concepto interpretativo, donde en este caso, la pasión es lo predominante. Sus diálogos con la orquesta en los pasajes de bravura fueron perfectamente equilibrados en cuanto al peso sonoro con la masa instrumental. Sólo podríamos objetar, que tal vez debido a su juventud, en ciertos pasajes le faltó un mayor vuelo lírico.
Sin embargo el resultado final fue de gran calidad, y recibió por parte del público el más justo de los reconocimientos.
David del Pino realizó un acompañamiento del mejor nivel, que marcó intencionadamente los aspectos románticos de la obra, ajustándose perfectamente en los cambios de tiempo, frecuentes en ella.
Particular brillo obtuvieron en el lírico inicio del segundo movimiento y en la sección lenta del tercero, tocados con notable sensibilidad.
No escatimamos alabanzas para la versión que el mismo del Pino, realizara con la Sinfónica durante la temporada oficial, para su versión de la Sinfonía Nº 1 "El Titán" de Gustav Mahler. En esta ocasión y luego de nuevos discursos y entrega de estímulos, la orquesta y el mismo director, parecieron cansados, además de acalorados. Entregaron una versión bastante rutinaria, alejada de todos los valores presentes en la versión anterior. Incluso el hermoso sonido alcanzado por los músicos dio paso a crudos pasajes, donde incluso, y cosa rara, la afinación no fue perfecta.
Quisiéramos rescatar el fino comienzo, el robusto final, y las secciones lentas, donde los intérpretes se acercaron al espíritu de la obra.
Sin duda, esta no era ocasión de exigencias. Había que celebrar. En justicia lo merecen, en razón de la inmensa labor desarrollada. Además, era la oportunidad de agradecer a todos aquéllos, que de una u otra forma, contribuyeron a engrandecer la orquesta.
El justo reconocimiento realizado por Alberto Dourthé a David del Pino, quien lamentablemente abandona la orquesta, sólo da cuenta del trabajo de uno de los directores que ha llevado al conjunto a un altísimo nivel musical, reconocido incluso en el extranjero.