Íñigo Díaz
Alguien tuvo la brillante (o tal vez catastrófica) idea de titular un concierto del cuarteto experimental Yonhosago con el nombre de "Reverberancias": en términos de sonido, sus reflejos sobre una superficie que no lo absorbe. Es decir, lo rechaza y le permite seguir viajando por el espacio de la sala de conciertos para rebotar en sucesivas y decrecientes ocasiones hasta mezclarse confusamente con el sonido que le sucede inmediatamente.
Fue lo que ocurrió con el Ensamble Majamama, otro de los proyectos experimentales del último tiempo, que llegó a ser censurado durante en su presentación del 6 de noviembre en el Museo de Bellas Artes, en el marco de la muestra llamada "Reverberancias". Contexto: Museo de Bellas Artes convertido en mall, domingo, entrada liberada, la familia media chilena de paseo. Nadie iba a tolerar tanto rebote de sonidos non gratos en la planta central de Parque Forestal sin número. Yonhosago debía tocar después. No tocaron.
Si los músicos de este cuarteto de vanguardia pensaron en el efecto de reverberación como parte de su concierto, lograron su cometido. En la Sala Blanco del propio museo se han presentado ensambles acústicos de cámara de diversa configuración para interpretar repertorio clásico. Todo muy en la norma audible. Ha funcionado. Al revés: una banda eléctrica con bajo preparado, parches de percusión variados y dispositivos electrónicos de alto alcance como acostumbra a utilizar Yonhosago, puede producir efectos secundarios en sus performances de largo aliento. Sabemos que en medio del silencio la emboscada de sonido seco puede ser letal. Pero no supimos sino hasta el momento exacto de concretarse, que un golpe de silencio absoluto en medio de la permanente reverberancia sónica por Yonhosago es de hecho agresivo.
El baterista Christian Hirth (de la MediaBanda) se manifiesta como un atleta de la percusión. Es quien conduce por reiterados pasajes a toda la banda. En cambio el guitarrista Santiago Blanco funciona en esta cancha como un mediocampista defensivo: juega al servicio del equipo. Nicolás Carrasco alterna cintas magnetofónicas y el dial de la radio con sintetizadores. Uno de ellos es análogo, por lo tanto su operador está obligado a rutear las señales para llevarlas de un punto a otro. Y los sonidos que obtiene son de otra época. Mueve cables sobre lo que podría ser una central telefónica de mediados del siglo pasado. Santiago Astaburuaga (también de la MediaBanda) es un diestro bajista funcional. Pero no hemos visto a otro que tenga la propiedad para tratar lo que los norteamericanos llamarían top table bass (disposición del instrumento recostado sobre una mesa). Su bajo cuenta además con una placa de cuarzo incorporada dentro del cuerpo macizo, por lo que ante cualquier acción que se realice sobre la superficie del instrumento habrá una reacción sónica para escuchar. El discurso central de la banda también pasa por este bajo preparado.
Yonhosago es un proyecto hecho para provocar al auditor. Y para producir en él efectos. Pueden ser incluso físicos, como en "Sr. Osago", la última de las seis extensas composiciones del grupo en la Sala (de squash) Blanco. La banda que sube hasta clímax colectivos tremendos y de improviso y sin avisar a nadie, la caída libre hasta llegar a cero. Repetidos golpes de silencio absoluto que nos recuerdan que aún vivimos en la Tierra. Entre el ruidismo más estimulante, un silencio peligrosamente ensordecedor.