El cuento de Ema Cruz fue uno de los seleccionados este año. |
Dónde se puede adquirir "Historia de Patos Buenos" |
La cuarta edición esta iniciativa transformada en libro es repartida en este momento de forma gratuita en la Unidad de Comunicaciones de la DOS ubicada en Valentín Letelier 1350, cuarto Piso, Santiago Centro.
También puedes leer los cuentos en pdf aquí. |
SANTIAGO.- Ema Cruz está emocionada. La dueña de casa nunca pensó que su cuento "Las Medallitas" iba a ser uno de los seleccionados para incluirse en una nueva versión de "Historias de Patos Buenos", un libro que se pública anualmente.
La iniciativa, impulsada por la
División de Organizaciones Sociales (DOS) de la Secretaría General de Gobierno, busca incentivar a la ciudadanía a escribir historias reales, que hayan vivido en carne propia, y que posean contenido humano y positivo.
El cuento de Ema Cruz podría ser perfectamente un relato del realismo mágico. Sin embargo, ella misma da testimonio que los sucesos que ocurrieron hace más de quince años fueron ciertos y aún hoy siguen produciéndole escalofríos.
Esta mujer de 65 años es viuda y madre de siete hijos, vive en la ciudad de Antofagasta y se considera una persona de fe. Como ella misma confiesa, la soledad que vino después de haber perdido a su marido le provocó un vacío en su vida, el cual sólo pudo llenar entregándose por completo al trabajo que hasta hoy realiza en distintas organizaciones de obras sociales.
Esta labor le ha otorgado vivir muchas experiencias asombrosas y esta iniciativa del DOS fue la instancia perfecta de dar a conocer una historia que hace años tenía guardada y que desde algún tiempo quería contar.
"Las Medallitas"
En 1990, Ema junto a una decena de amigas del grupo social, preparaba la celebración anual de Navidad a los presos de la cárcel de Antofagasta. Era el día del evento y necesitaban cajas para guardar todo lo que se le entregaba a los reclusos y a sus familias. Ema comenzó a buscar estos embalajes en los almacenes aledaños a la penitenciaría.
De pronto se encontró con una mujer de cabello cano pero buenamoza, como la describe en su cuento, quien le dijo que tenía en su casa unas cajas que le podían servir. Ambas partieron al hogar de esta señora y ya en el interior le hizo entrega de un bolso antiguo, en donde había varias bolsitas con medallas que tenían la imagen de Moisés, por un lado, y a la Virgen María, por el otro.
La señora le dijo que eran alrededor de 400 medallitas y que, por favor, las entregara a los reos en el nombre de su nieto que estaba muy enfermo. Le explicó que pensaba que de esta manera, el niño podría salvarse. Ema le agradeció el gesto aunque pensó en silencio que estas medallitas no iban a alcanzar para todos los reclusos, en aquella época alrededor de 500.
Una vez en el recinto penitenciario y en plena celebración, Ema comenzó a obsequiar las medallitas a los internos. Al entregarle una hasta al último recluso, se sorprendió al darse cuenta que aún quedaban en el interior de la bolsa. Empezó a distribuirlas entre los familiares. Su asombro se hizo mayor cuando observó que éstas no se acababan. Siguió repartiéndolas entre los gendarmes de la prisión y, finalmente, también a cada uno de los presos de alto riesgo.
¡Era un milagro!, comentaron todos. Las medallitas se habían multiplicado y había alcanzado para todos. La fiesta fue inolvidable.
Pasó el tiempo y Ema fue a agradecer a quien le había provisto de este regalo especial. No obstante, al llegar a la casa de la anciana se encontró con una mujer joven y un niño jugando en un triciclo. Al aproximarse a ellos preguntó si este era el pequeño que estaba enfermo. La madre desconcertada contestó que su hijo estuvo muy mal de salud, pero que ahora se encontraba bien. Preocupada, la mujer le preguntó a Ema, cómo se había enterado de la enfermedad de su hijo. Así, la autora de esta historia, le contó todo lo que había acontecido acerca de la anciana y las medallas que había entregado. La madre del niño terminó confesando que la anciana era la abuela fallecida del niño, y que incluso antes de su muerte, no la había visto hace mucho tiempo.
Una celebración de patos buenos
Durante la ceremonia de premiación de los autores cuyas historias fueron seleccionadas, realizada en la Biblioteca de Santiago, el Director de la DOS, Fuad Chahin señaló que "este es un certamen de relatos escritos por personas sobre gente común y corriente, y que se realiza para romper con el estigma de lo que vemos siempre en los medios de comunicación sobre las malas acciones de los patos malos, porque también existen muchas personas -patos buenos- que sí están dispuestos a ayudar a otros".
El libro reúne veinte cuentos que, como el de Ema, rescatan otra faceta del ser humano y representan "un humilde homenaje a esos cientos de héroes anónimos que trabajan para construir una mejor sociedad", agregó Chahin.
Las bases del concurso señalaban que se "busca conformar simbólicamente una 'Arca de Noé Cultural de la expresión y diversidad de la Sociedad Civil', donde la totalidad de los seres humanos en democracia participen en la convocatoria sin exclusión alguna".
Más de sesenta relatos se recibieron durante este año. Las condiciones era que tuvieran un máximo de cinco y un mínimo de tres carillas y que, por supuesto, su contenido versara sobre alguna "historia humana acerca de alguna persona que haya dejado una semilla positiva en su vida y/o en la de otras personas", indican las instrucciones.
Este concurso, al igual que en sus otros años, recogió cuentos de chilenos de diversas ciudades del país. En esta oportunidad se publicaron diez textos provenientes de la región Metropolitana y otra decena de Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Coquimbo, Bío- Bío, La Araucanía y Aysén.
La selección de los textos estuvo a cargo de un jurado compuesto por siete personas de diferentes áreas culturales, como la actriz Blanca Lewin y el poeta Ignacio Reyes.
El escritor Darío Osses, autor del libro "Machos Tristes", invitado a esta ceremonia para presentar el libro, comentó que "estos son relatos que provienen del alma, lo que es una lección de honestidad y humildad que podría servirle a muchos escritores profesionales que se engolosinan con el oficio, ya que en su afán de engendrar un libro, transforman el texto en pura forma literaria y pierden la pureza y modestia que sí se encuentran en estos cuentos".
Y como dice Ema, "esta es una hermosa historia real, pero no la habría vivido si no hubiese sido una pata buena".