Íñigo Díaz
Según la propia Leny Andrade, ella fue una de las pocas chicas que lograron resistirse a los encantos de Vinícius de Moraes en los buenos años del Río de Janeiro sesentero. ¿Podremos creerle? Ella misma dijo que con la dedicación de un simple verso escrito en un papelito o con un diminutivo en el momento justo (Claudinha en lugar de Claudia) Vinicius lograba flechar a las chicas cariocas. "Nunca lo vi irse sólo a su casa", confesó Leny Andrade y luego cantó para los asistentes de la segunda noche del Festival Providencia Jazz. Un respeto a de Moraes (y a Jobim) con "Chega de saudade", bomba de neutrones en el cancionero de la bossa nova clásica.
Leny Andrade es reconocida como la primera en incorporar improvisación vocal a su operativa solística dentro de los márgenes de la nueva ola del Brasil. Cantaba en clave jazz antes de que Astrud Gilberto se debatiera entre el genio de João Gilberto y el glamour del tenorista Stan Getz, y antes de que Elis Regina convirtiera en escombros a cualquiera de las voces que intentara pelear con ella la supremacía. Leny Andrade superó a ambas en la línea del tiempo y también a los versos y diminutivos de Vinicius. Lo que sí superó con mucha largueza fueron los números con que compartió el escenario en el Parque de las Esculturas. Porque Leny Andrade fue invitada a última hora al festival y de no haber sido por su manejo escénico, sus clases gratuitas de música brasileña, su empaste con el pianista João Carlos Coutinho, su sintonía con el público y su dinámica improvisación vocal, el espectáculo hubiera sido uno de los más aburridos del último tiempo.
Andrea Griminelli podrá ser un fenómeno de la música clásica y el crossover actualmente, pero con su sensibilidad sobre "Gabriel’s oboe" (la melodía que dio sonido a la película "La misión"), no alcanza. Totalmente falto de swing para abordar canciones del repertorio standard jazzístico, porque lo suyo son las partituras clásico románticas y todo lo neo que se le asemeje. Llegó de rebote al concierto de jazz porque su presentación oficial no era delante de una big band sino de una orquesta sinfónica. Lo de la flauta "con brillantina" es un detalle que no cuenta, pero lo consignaremos de todas formas porque fue demasiado notorio. A Griminelli lo preferimos como concertista clásico: para improvisar en las normas del jazz están Hubert Laws en el bop, Dave Valentin en el latin jazz y Bobbi Humphrey en la fusión.
La nueva Big Band del Insituto Cultural de Providencia podrá tener un grueso contingente de diestros músicos de la Orquesta Filarmónica y filas con solistas que han participado en otras orquestas como la Los Andes Big Band, la Universal Orchestra, la Big Band UC o la Conchalí Big Band, pero tampoco alcanza con los nombres para un debut tan frío. Si hasta algunos de esos músicos se fueron desencantados con el rendimiento. Ismael Torres es su director. Se nota que disfruta de la música, pero al parecer lo aterroriza el público. Y si a eso le sumamos uno tras otro desajustes de finales en blanco, largos silencios entre pieza y pieza, entradas y salidas permanentes de Leny Andrade obligada a volver a conectar el escenario con el auditorio, no quedaba mucho por esperar.
Salvo a ella y sus canciones en dueto de piano y voz. "Wave (vou te contar)", "So danço samba", "Estamos aí". Todas tuvieron su momento de scat al estilo brasileño, no al estilo norteamericano. Eso lo probó por primera vez una Leny Andrade de 19 años en Río de Janeiro, hoy una autoridad en esta variante. Su final fue emotivo con "A night in Tunisia", con la cantante inspirada, a ojos cerrados, modificando la intensidad de su voz al alterar en apenas unos centímetros la distancia entre el micrófono y su boca. Todo eso en silencio absoluto, salvo por el chirrido desaceitado y desubicado de la grúa que portaba la cámara de altura. Son cosas que quedan grabadas. Una noche para replantear.