Ante un Estadio Nacional repleto con 60 mil personas, el grupo irlandés mostró ayer el espectáculo más ambicioso, completo y logrado de la serie de grandes eventos rockeros llegados a nuestro país.
David Ponce
A U2 le basta una palabra para hacer caber al mundo. Una sílaba, una letra, el centro del imperceptible sonido de una bubuja al estallar: Pop. La O de pop se transforma proyectada en la pantalla gigante del espectáculo que el grupo trajo ayer a Santiago, en el planeta, en una pelota de fútbol o en un carro de supermercado, mientras comienza a despertar el gran parque de diversiones Pop Mart que el grupo irlandés ha venido vendiendo al mundo.
Los símbolos son simples: Pop Mart es el atuendo de boxeador del cantante Bono, la cita escenográfica a la mayor factoría de hamburguesas del mundo, el culto al cuerpo dibujado en las camisetas musculosas de los cuatro músicos del grupo. Pop Mart es todo eso pero sobre todo, es una manifestación de poder.
U2 trajo a Chile el show más poderoso posiblemente jamás recalado en este territorio. El modo en que esa pantalla de 50 metros sometió desde el primer momento a los 60 mil anónimos encandilados que coparon por completo el Estadio Nacional, fue la mejor prueba de que, para el grupo irlandés, el rock es el pretexto para la invensión de un monstruo de mucho mayor alcance construido con todos los materiales y desechos de la época en que vive.
En Pop Mart los estímulos siempre son excesivos. Y simultáneos. El bombardeo incluye monumentales animaciones en la pantalla de las que U2 se vale para ilustrar su propia teoría de la evolución del hombre, desde el mono hasta el ciudadano de supermercados en "Even better than the real thing" (Achtung baby, 1991). El instante en que los cuatro músicos del grupo emergen de un gigantesco limón forrado en espejos y vestidos con camisetas de la seleccion chilena para tocar "Discotheque" es otra viñeta imborrable.
Bono es el mejor maestro de ceremonias para el circo. Ejercitando un incipiente español para saludar con vocablos como "hola" y "cachai" , arengando a las masas con los slogans precisos ("finalmente, U2 en el fin del mundo. Gracias por esperar. Nosotros también los esperamos", dijo), parodiándose a sí mismo y a toda la historia del rock en la pose a lo Elvis Presley de "Even better...", el vocalista es el máximo centro de atención y trae instaladas de memoria en su cerebro todas las leyes de Pop Mart.
A todo el catálogo de asombro que despliega el show se suma el hecho de que la base sigue siendo el mismo grupo de cuatro músicos que empezaron a tocar juntos en Dublín por 1978. Y si Bono es el cerebro de a bordo, el corazón de U2 está en The Edge: la guitarra de cybervaquero es el músculo que bombea música a todo el organismo Pop Mart en vivo. Salvo la abierta tecnología de "Mofo" al comienzo del show , Edge se vale de sus innumerables modelos de instrumentos para hacer valer siempre la electricidad sobre la electrónica.
Algo que hace cumbre en clasicos como "With or without you" y "New year’s day", cuya cruda desnudez ni siquiera necesitó efectos de pantalla. Es entonces cuando U2 llega a morder el hueso bajo todo el músculo de Pop Mart.
En momentos como esos el grupo se muestra capaz de transitar desde la parodia a la emotividad con la misma fuerza. De la asombrosa lucidez para estimular al público con los goles que Chile le hizo a Inglaterra en la misma tarde de ayer en pantalla gigante, a la solemnidad de dedicatorias a Víctor Jara y Pablo Neruda. Porque el fundamento es el mismo: la declaración de principios. Lo que U2 hizo anoche en Santiago no tiene que ver con la serie de espectáculos conocidos como mega eventos, y supera a lo de Rolling Stones, Michael Jackson y la aún esperada visita de Pink Floyd. Lo de U2 es sobre Rolling Stones, Michael Jackson y Pink Floyd y hasta el propio U2. Y la mirada es brillante, la más brillante que hallamos visto en vivo en Chile.