Gilberto Ponce
Una absoluta novedad fue este concierto realizado el 19 de abril en la Escuela Moderna de Música. Un recital a dos pianos encara siempre la dificultad de encontrar dos solistas que se complementen totalmente, pero también exige la no menos importante condición de contar con dos instrumentos de similares características.
Estos requisitos se dieron para coronar con éxito este gran desafío.
Hubo dos solistas de primera línea que tocaron dos pianos similares. La chilena Paulina Zamora es docente de la Escuela Moderna y cuenta con una importante carrera como solista, tanto en Estados Unidos como en Europa y Medio Oriente. Junto a ella actuó el estadounidense John Milbauer, quien se encuentra en Chile realizando un ciclo de clases magistrales, invitado por la mencionada casa de estudios superiores.
El tocar juntos no es novedad para ambos, pues además de ser compañeros de estudios en EE.UU., han realizado diversas presentaciones, e incluso tienen una grabación con obras para dos pianos.
Ante un teatro repleto, el dúo presentó un exigente y extenuante programa, que incluyó obras de Franz Schubert, Maurice Ravel, Astor Piazzolla y Johannes Brahms.
El clasicismo expresivo del Rondó Op. 138 para piano a cuatro manos de Schubert dio inicio a la velada. Desde el inicio quedaron en evidencia las virtudes de ambos solistas: la claridad de voces y fraseos, con articulaciones coherentes, pusieron en relieve todos los valores de la obra.
Pocas veces escuchada en nuestro país, a continuación se ofreció la versión para dos pianos de "La Valse", este verdadero poema corográfico más reconocido por su versión orquestal, una las obras favoritas de los melómanos.
Teniendo en el inconsciente la versión para orquesta, había muchas expectativas por oír este original a dos pianos: ¿cómo recrearían las atmósferas impresionistas, los colores e insinuaciones? ¿Cómo se adentrarían en lo irónico, lo desenfrenadamente orgiástico, en los cambios dinámicos y de tempi?
La respuesta la dieron desde el brumoso y oscuro comienzo, que lentamente dibuja y hace vislumbrar el tema central, que en forma casi obstinada avanza para culminar en una verdadera apoteosis sonora.
Nada de esto sería posible si no se cuenta con los solistas que comentamos, poseedores de una técnica impecable, perfectamente afiatados, a quienes basta una mínima mirada para entender la próxima inflexión o para dar paso a la preeminencia melódica del otro piano.
El "Gran Tango" de Astor Piazzolla cerró la primera parte. Esta obra, que es claramente representativa del estilo de su autor, llevó a los intérpretes hasta la sensualidad latina, en un brusco cambio de estilo, brillantemente resuelto.
Considerada como una de las obras más hermosas de Brahms, la monumental Sonata para Dos Pianos en Fa menor Op. 34 es un inmenso desafío. No sólo desde el punto de visto técnico, donde sus dificultades son enormes; también lo es para sacar a luz las sutilezas introspectivas de Brahms, que se muestran desde pianissimos a fortes, o desde una melancolía serena a la pasión contenida, en una aparente búsqueda interior.
Luego del brillante primer movimiento, resuelto en forma óptima, llegamos al segundo que nos recuerda fuertemente los Intermezzos del mismo Brahms, donde se palpó una dolida expresión.
Chispeante, grácil, irónico, en sus certeros staccatos, y de asombrosa claridad, fue el Scherzo, puesto por Brahms como tercer movimiento.
La complejidad polifónica de la introducción del cuarto movimiento da paso al Allegro, de fuertes contrastes de ritmo, dinámica y expresión que conducen -en un vertiginoso acelerando- al rotundo final, en una extraordinaria versión de Paulina Zamora y John Milbauer, que llevó al público a premiarlos con estruendosos y largos aplausos, justa retribución para una jornada de la más alta calidad.
Espléndido regalo de la Escuela Moderna de Música al público de Santiago.