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Sorprendentes descubrimientos

07 de Junio de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Ya lo dijimos en el primer comentario: esta temporada llamada "del descubrimiento", por sus características, puede deparar gratas sorpresas. Así fue el caso del segundo programa de este ciclo de la Orquesta Sinfónica de Chile, donde pudimos observar a una solista y un director notables. Nos referimos a Katarina Paslawski, polaca y segunda solista en la fila de los chelos, y a Carlos Ramón Dourthé, destacado chelista nacional radicado en Francia, y que ahora está iniciando su carrera como director.

La solvencia de Dourthé fue apreciable ya en la primera audición de "Súper Sa-Ke", del compositor Branco Pavlovic. El autor, de sólo 21 años, realiza este verdadero estudio de orquestación, sobre la base de otra obra suya de cámara, llamada "Sake". En ella denota una buena intuición para la instrumentación, mezclando sonoridades, timbres y colores, en un lenguaje que pasa además del atonalismo, por toda una variedad de combinaciones rítmicas y dinámicas, creando sucesivamente tensión y relajación.

Hace uso tanto del minimalismo como de los "tutti" orquestales, así como del uso de pedales pianissimos que sostienen bruscos acordes, y también el convertir los silencios en música. Dourthé dio muestras de acabado conocimiento de la obra, logrando una muy buena respuesta de la orquesta.

El notable y significativo Concierto para Violonchelo y Orquesta en Mi menor Op. 85 de Edward Elgar, (1857- 1934) que siguió en el programa, no pudo haber encontrado mejor intérprete que Katarina Paslawski, quien tocando de memoria, impresiona por su musicalidad, afinación y bello y gran sonido. De fraseos claros, articulaciones precisas y gran expresividad, conquistó al público. Para apreciar esta obra se requiere de una gran intérprete, como lo fue Paslawski. Es difícil olvidar sus dobles cuerdas, el uso de los staccatos, así como su seguridad en el "movimiento perpetuo".

Pero nada de lo anterior se habría logrado de no contar con la dirección acertadísima de Dourthé, quien con un dominio total de la obra, recordemos que él también es chelista, consiguió una notable respuesta de la Orquesta, que secundó a la solista en esta dramática elegía, a manera de lamento, que Elgar escribió al concluir la Primera Guerra Mundial. Orquesta, solista y director se fundieron en una exquisita versión, que será recordada por largo tiempo.

La Sinfonía Nº 25 en Sol menor K. 183, de Wolfgang Amadeus Mozart, cerró una memorable noche de la Sinfónica, que siguió cada una de las precisas indicaciones del director, quien dibuja con sus gestos la música que desea. Al hermoso sonido de las cuerdas, tenemos que sumar el desempeño notable de los oboes en el primer movimiento, tanto como del resto de maderas y vientos, que pusieron lo mejor de sí mismos para una magnífica versión.

Estilo, fraseos y afinación impecables, intencionalidad y articulaciones del mejor nivel, la dinámica justa, en una versión de primer orden. Sería injusto no mencionar el trío del tercer movimiento a cargo de maderas y los 4 cornos, que se constituyó en una verdadera joya.

Notable concierto, con una solista y un director que merecen estar más a menudo en el escenario, y que recibieron una larga, agradecida y justa ovación.
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