El puertorriqueño prendió con música y baile la Arena Santiago en su debut personal en Chile tras su visita a Viña del verano pasado, y probó de paso que Daddy Yankee suena cada vez más yanqui.
David Ponce
Daddy Yankee prendió con reggaetón la flamante Arena Santiago (foto: Cristián Soto). |
Daddy Yankee no está para tomar las cosas con calma. Habían pasado menos de tres horas después del espectáculo con el que el lunes 12 afiebró con ritmo y movimiento la Arena Santiago cuando, después de tomar un respiro en el mismo recinto, ya esperaba en el aeropuerto capitalino para embarcarse a Panamá en una nueva parada de su gira, y a las tres y media de la madrugada ya no estaba en suelo chileno.
Fue con el mismo vértigo que el rapero puertorriqueño terminó de consagrar en su show el culto al reggaetón en Chile. Tras un concierto que con días de anticipación ya tenía todo el recinto agotado por sus fans locales, Daddy Yankee congregó en la recién inaugurada arena a unas trece mil personas que coparon en capacidad y prendieron en baile el lugar con un público familiar, adolescente y con especial abundancia de niños.
Como era esperable y a diferencia de su primera incursión en el Festival de Viña recién pasado, esta vez Daddy Yankee era la única atracción de la noche, y no por nada aparece en escena sentado en un trono para empezar la fiesta. Su equipo en vivo es multidisciplinario: junto al rey del reggaetón opera un DJ que es el centro neurálgico del sonido, además de dos maestros de ceremonia que lo secundan en las rimas y un cuerpo de baile, y la audiencia hace su trabajo a la perfección para demostrar que Daddy Yankee ya es objeto de un concimiento profundo.
Durante el show no sólo surten efecto de masas los singles de los dos discos del rapero editados en Chile,
Barrio fino y el reciente
Barrio fino en directo, como "Lo que pasó, pasó", "Tu príncipe", "Gasolina" o "Rompe", que cualquiera que viva en el planeta habrá escuchado en la radio y la TV una y otra vez. Aquí el público reconoce, canta y perrea todas las canciones del repertorio, incluidas pistas menos difundidas de otros álbumes como
Los homerun-es, que Daddy Yankee lanza al ruedo en la hora y cuarenta que dura su espectáculo.
Desde fans vestidos para perrear con adornos y accesorios hasta otras de audiencias ABC1 capaces de exlamaciones como
Es demasiado rico, galla, de todo cabe a estas alturas en la platea del rapero, un público que estuvo en la entrada desde antes de que las puertas fueran abiertas, a las cinco de la tarde, y esperó hasta que se apagaron las luces previas a la entrada en escena del artista, a las 20.25, en un lapso durante el cual un equipo de animadores que también es parte del crew del astro se encarga preparar el ambiente.
Es un despliegue de recursos fruto también del ascenso de Daddy Yankee a las grandes ligas no sólo del reggaetón sino del hip-hop en general. Daddy Yankee suena de hecho cada vez más yanqui, y no es casual que en uno de sus más recientes singles, "Gangsta zone", también reconocido al instante por la audiencia, el artista reciba la bendición de uno de los zares del hip-hop en EE.UU., al activo rapero y productor Snoop Dogg, en un video producido además para los exigentes estándares de la industria estadounidense.
Desde la diversidad de audiencia hasta la variedad de nichos musicales a los que apunta, entre latinos y angloparlantes, el rey del reggaetón no deja detalle al azar. Como efecto del concierto se espera que aumenten ahora las ventas combinadas de sus discos en Chile, que a la fecha se encaminan hacia las treinta mil copias vendidas, una gran cifra en tiempos de piratería y archivos compartidos. Y en un momento del espectáculo de hecho Daddy Yankee deja ver un adelanto en pantalla gigante de su próxima película,
Talento de barrio, prevista para ser estrenada este año: el plan de dominación se mantiene en marcha, y Daddy Yankee sigue viviendo a ritmo vertiginoso.