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Clausura de la "Temporada del Descubrimiento"

19 de Junio de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce

A pesar de su impresionante currículo como director, en su actuación junto a la Sinfónica no fue posible apreciar todas las virtudes de Felipe Hidalgo. Tal vez sus nervios le traicionaron. O puede que las obras presentadas no estén en el ámbito donde él se desenvuelve mejor.

El programa se abrió con "Nocturno del fracaso", el primer trabajo para orquesta de Miguel Farías, quien desde hace sólo cinco años estudia composición. Esta obra fue realizada bajo la guía de su profesor, Aliosha Solovera. La composición a ratos parece música para el cine y en otros un ejercicio de orquestación bastante bien resuelto, en el que las cuerdas ocupan un lugar preponderante.

El lenguaje que utiliza Farías es variado. Se pueden reconocer atisbos de Penderecki. Hay un derroche de "glissandos", "ostinatos" y contrastes dinámicos, que por su repetición terminan agotando su interés. Debemos destacar la seriedad de la orquesta en la cuidada dirección de Felipe Hidalgo.

El Concierto Nº 1 en Sol menor, Op. 26, para violín y orquesta de Max Bruch fue la obra escogida por Gustavo Vergara en su debut como solista. El intérprete se mostró muy musical, aunque lució un sonido pequeño y presentó ciertos problemas de afinación. El solista, que sólo hace poco más de seis años estudia violín, nos hace prever importantes avances en el futuro, ya que en la actualidad cuenta con un hermoso sonido e intuición, cuestión bastante importante para alguien al que le queda aún largo camino por recorrer. En todo caso, el aplomo mostrado en esta presentación lo convierte en una figura con proyección.

En cuanto al acompañamiento orquestal, pensamos que Hidalgo no supo captar el espíritu romántico de la obra, confundiéndolo con "fortes" y golpes poco musicales. Descuidó los balances entre las familias, lo que desperfiló la belleza de este concierto, uno de los más hermosos escritos para violín.

No obstante lo anterior, debemos reconocer el gran logro del "Adagio", donde solista y orquesta consiguieron una atmósfera de gran delicadeza, sin duda el mejor logro en esta versión.

Dos obras de Wolfgang Amadeus Mozart cerraron el programa. Primero se ofreció la obertura de la ópera "El rapto en el serrallo", en la que el autor hace uso de instrumentos de percusión, que identifican el carácter "turco" de la obra, dándole un color muy especial. Aquí la elegancia y el brillo mozartianos desaparecieron en una interpretación brusca y poco transparente, que dejó al público indiferente.

De la Sinfonía Nº 33 en Si bemol mayor K. 384, creemos que sólo resultó logrado plenamente el cuarto movimiento. Esto, a pesar del esfuerzo de los instrumentistas por lograr lo mejor de sí mismos. El movimiento inicial fue desperfilado por el pulso poco claro. Incluso los cornos tuvieron traspié. El segundo (Andante moderato) mejoró al resolver musicalmente los fraseos y el carácter. En el Minuetto, las partes extremas estuvieron desconectadas del trío, lo que acentuó la frialdad de la interpretación.

El cuarto movimiento fue otro mundo: el director obtuvo una gran respuesta de la orquesta, con frases claras, logrados juegos contrastantes, con vientos en el mejor nivel y las cuerdas con gran precisión en ataques e intencionalidad. Aquí fue donde tal vez se vislumbró la real potencia de Felipe Hidalgo, quien, pensamos, en esta oportunidad quedó en deuda con el público.

Una vez concluida esta temporada, volvemos a pensar que ésta es muy importante como espacio para conocer a estos nuevos intérpretes y directores, los que sólo haciendo música pueden abrirse paso y continuar así en este difícil pero gratificante camino.

En cuanto a los estrenos, nos queda una duda: ¿fueron los mejores?, o sólo presenciamos buenas intenciones, que merecían tal vez más tiempo para madurar y así transformarse en obras que queden en el recuerdo de los auditores.
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