Gilberto Ponce
La Fundación Beethoven tiene acostumbrado a su fiel público a escuchar artistas de alto nivel. En ciertas ocasiones, sin embargo, trae hasta su temporada en el Teatro Oriente a conjuntos de categoría excepcional. Éste es el caso del Vienna Piano Trio, conjunto que maravilló a los asistentes con su presentación y que, sin duda, dejará un imborrable recuerdo en quienes tuvimos la oportunidad de escucharlos.
En ellos se da una suma de virtudes, entre las que destacan su extraordinaria musicalidad, un certero acercamiento al estilo, afinación a toda prueba, transparencia de fraseos y un balance de tal precisión que las voces principales son destacadas con asombrosa naturalidad. A todo lo anterior se suma un placer inmenso al tocar, el que transmiten fielmente al público.
El Trío Nº 4 en Si bemol mayor de Wolfgang Amadeus Mozart dio inicio al programa. Aquí ya fue palpable lo afirmado en el párrafo anterior. A la exquisita finura le agregaron la justa expresión, donde la sutileza de los ataques, articulaciones y fraseos fueron ejemplo de interpretación.
En este trío el piano ocupa un lugar preponderante y, en cierta medida, conduce el discurso musical. Tuvo en Stefan Mendl a un sólido intérprete, que fue secundado de la mejor forma por Wolfgang Redik en violín y Matthias Gredler en cello.
Desde la elegancia clásica, el conjunto nos llevó al romanticismo de Robert Schumann, con su interpretación de sus "Piezas de Fantasía" para trío con piano Op. 88, obras de carácter libre y que representan muy bien el espíritu de su autor.
Aquí, con un volumen sonoro de mayor peso, los músicos transitaron desde los mundos íntimos de la tercera pieza con sus cambios dinámicos a la energía y júbilo casi popular de la cuarta de ellas, como también por los elementos descriptivos de la segunda.
En esta obra, además de la exigente parte de piano, las cuerdas deben transitar por todas las posibilidades técnicas de sus instrumentos, evidenciando una vez más sus intérpretes las notables cualidades que poseen.
Pero aún quedaba algo que haría explotar de júbilo al público: el bellísimo Trío Nº 2 en Mi bemol mayor Op. 100 de Franz Schubert, obra que con su interpretación hizo relucir todos los mundos internos y externos que su autor propone. Dolor, pasión, la melancolía más profunda fueron algunas de las avasalladoras emociones transmitidas por cada uno de los instrumentos a lo largo de la obra.
Los intérpretes hicieron sonar como algo nuevo al conocido segundo movimiento, marcando ciertas articulaciones que acentuaron su serena melancolía.
En el tercer movimiento (Scherzo), con sus contrastes de carácter, dieron cuenta del respeto mutuo que se tienen como trío, pues jamás alguno quiso imponer o someter a los otros a su juego melódico. En el movimiento final, mostraron una vez más el goce que les provoca tocar, en esa mezcla de los temas de este movimiento con el tema principal del segundo, que en cierta medida marca el carácter de todo el trío.
Creemos que pocas hemos tenido la oportunidad de escuchar una versión tan bella de esta obra.
Ante las ovaciones que no cesaban, ofrecieron con perfección un movimiento de un trío de Schumann como encore.
Sin duda uno de los grandes conciertos de este año. ¡Qué vuelvan pronto!