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Unas bodas en versión reducida

03 de Agosto de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce.

En una versión de concierto sin recitativos y suprimiendo algunas partes, se ofreció esta versión de “Las Bodas de Fígaro”, la famosa ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, en la Temporada de Conciertos del Teatro Oriente.

Sin duda existen óperas que se prestan más que ésta para una versión concertada. Esto, debido a que su desarrollo argumental y sus múltiples situaciones de carácter cómico están de tal manera enlazadas en una progresión dramática meticulosa, que resulta casi imposible montarla en forma fragmentada.

No obstante, y gracias a la feliz idea de poner sobre títulos con enlaces para las partes suprimidas, la versión logró el objetivo propuesto. La Orquesta de Cámara de Chile, bajo la dirección del invitado José Luis Domínguez, fue el buen sustento para el numeroso grupo de solistas. Tuvo sonido noble, fraseos claros, dinámica cuidadosa e hizo relucir frases e intencionalidades que habitualmente se pierden en una versión escénica. Sólo objetaremos dos sorprendentes fallos de oboe y flauta en la segunda parte.

La dirección de Domínguez fue solvente, aunque en momentos nos pareció demasiado lenta, pero reconocemos que el tener que verse obligado a retomar tensiones, saltándose partes completas, no es fácil. Los solistas encontraron en su dirección el apoyo justo a sus requerimientos.

En lo referido a los solistas, descollaron Catalina Bertucci con su bellísima voz, afinación a toda prueba y gracia en el papel de Susana. También Patricio Sabaté, que delineó un Fígaro de segura voz desplegando toda su experiencia como cantante de ópera. Myriam Singer tuvo que hacer grandes esfuerzos en el rol de la Condesa. Bien sabemos que ella es poseedora de una gran voz, que se presta mejor para otros autores. Al tratar que no surgiera Puccini restó fuerza a su papel. Recién en la segunda parte se la vio más cómoda, donde aportó su experiencia en dúos y concertatos.

El Conde de Pablo Oyanedel fue disparejo en lo vocal y en lo expresivo, a veces casi ausente. Grandes avances en lo vocal demostró María José Brañes, como Cherubino. Ha desaparecido el molesto vibrato y aparecido la calidad vocal. Creemos que tal vez debiera ser un poco menos histriónica. El aporte de Claudia Trujillo como Marcelina fue discreto. Su voz no es la más adecuada para este papel, aunque tiene una afinación notable. Leonardo Pohl, Cristián Moya y Patricio Gutiérrez, aportaron consistencia en sus breves intervenciones.

En síntesis, una versión cuidadosa y satisfactoria, que nos hace valorar aún más la bella música de Mozart en un año de celebraciones.
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