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Se escribe y se canta en español

03 de Agosto de 2006 | 00:00 |
Iñigo Díaz

La que Claudia Acuña vio tocar en Chile en 1991 era la United Nations Orchestra, la última de las big bands del trompetista Dizzy Gillespie, quien falleció dos años después. En sus secciones había dos o tres músicos de cada país: Arturo Sandoval (trompeta), Paquito D''Rivera (saxo alto), Flora Purim (voz), Danilo Pérez (piano), Airto Moreira (percusión), Giovanni Hidalgo (congas). Y también había una evidencia ante sus ojos y oídos. La certeza de que sí era posible hacer jazz desde América Latina.

En la actual banda de Claudia Acuña cada músico proviene de un lugar distinto y lo menos que se escucha es jazz de convenciones: standards a la manera norteamericana. Hay un montón de standards, pero de este lado. Una opción que Acuña ya venía defendiendo la primera vez que grabó un álbum, para el sello Verve, en 2000. En Wind from the south, soplaba una brisa con "Alfonsina y el mar" (de Félix Luna y Ariel Ramírez). Luego otras, con "Volver a los 17" (de Violeta Parra) en Rhythm of life (2002), y con "Esta tarde vi llover" (de Armando Manzanero) en Luna. Ahora llueven standards latinoamericanos a chuzo, en forma de boleros modernizados y rearmonizados o de canciones chilenas del alma. Como en la actuación que ofreció durante su segunda Gala de la Corporación de Amigos del Teatro Municipal, donde casi todo se hizo en español.

Fue sólo una pequeña línea del standard swing "What a difference a day makes" la que quedó como un inserto en otro bolero mágico, "Cuando vuelva a tu lado", donde además estuvo el cálido clarinete de Moncho Romero Jr (hijo del pianista chileno de jazz Moncho Romero), uno de sus invitados nacionales. El otro fue el tenorista Claudio Rubio, el solista de una versión pop-jazz para "El cigarrito", la primera de tres canciones de Víctor Jara interpretadas con cuarteto de jazz cosmopolita: El neoyorquino Jason Lindner (piano), el israelita Omer Avital (contrabajo), el afroamericano de Detroit Clarence Penn (batería) y el venezolano Juancho Herrera (guitarra).

Vinieron "Te recuerdo Amanda" y "El derecho de vivir en paz", ambas del cantautor más importante de nuestra historia, además de otros boleros, "La mentira" y "Contigo a la distancia", interpretada en un tempo tal que lo dejó aún más lento que bolero. En todas, Claudia Acuña se lanzó en la expedición de desarme estructural de canciones cuyas lógicas han sido probadas por años. Son melodías que se cantan así, y Claudia Acuña las cantó asá. En algunos pasajes ni siquiera cantó sobre un soporte armónico real más que en figurillas de piano eléctrico o efectos de guitarra de blues, por lo que la caída barranca abajo pudo ocurrir en cualquier momento. Pero Acuña se mantuvo firme en su norte estético, aunque por instantes pareció salir del camino de la afinación perfecta.

"No me van a hacer llorar", anticipó en su regreso al Teatro Municipal. Sobre el final pareció que lloraba delante de las diapositivas con rostros de niños de la organización de defensa de sus derechos a la que ahora pertenece. Lo hizo mientras cantaba otra versión, sumamente intervenida, de "Imagine" (de John Lennon), en cierre de un concierto sin variación de velocidades ni intensidades. Más bien parejo en el estado de ánimo, y sobre todo, con canciones que se escriben y se cantan en español. Igual que "Claudia Acuña", que tiene una letra latina como la Ñ. Ni Acugna, ni Acunha, ni Acuna. Acuña.
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