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Marcelo González sube

14 de Agosto de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Evidentes progresos evidenció el violinista Marcelo González en la presentación con que cerró el quinto programa de la Temporada de la Orquesta Sinfónica. Tuvo mayor aplomo, superó algunos problemas en afinación de anteriores presentaciones y mostró un enfoque definido frente al difícil y hermoso "Concierto para violín y Orquesta en Re menor Op. 77" de Johannes Brahms.

En esta ocasión destacó con musicalidad en las frases “cantábiles”, lo que permitió el lucimiento de su noble sonido. En las frases de bravura, en cambio, aún existen pasajes que puede mejorar y que se contrastaron con la excelencia lograda en, por ejemplo, el segundo movimiento del concierto, donde fue secundado al mejor nivel por maderas y bronces.

El arrebatador comienzo de tercer movimiento se fue desdibujando hacia el final debido a la formal dirección, una vez más estuvo en manos de Micha Haran. El cellista Israelí se limitó sólo a concertar, marcando pulsos, y que a pesar de todo se tradujeron en varios desajustes con la orquesta. Pensamos que le falta poner énfasis en ciertas secciones que significarían un gran aporte para el solista.

También creemos que su excesivo academicismo conspira en contra de un mejor resultado, a pesar del disciplinado comportamiento de la orquesta. Pero aún así, los resultados generales del concierto fueron superiores que el anterior, donde Haran ofició de solista y de director.

La correcta versión de la obertura de la ópera “Las Bodas de Fígaro” de Mozart, Haran le dio un estilo acertado con transparentes fraseos que destacaron el sonido de la orquesta.

La versión para orquesta sinfónica de Claude Debussy, de la “Gymnopedie” Nº 3, Erik Satie, escrita originalmente para piano, es una obra que a pesar de su brevedad resume un mundo de expresión. Sin duda esta obra se aviene más con la personalidad de Haran, que consiguió bellos sonidos e intenciones tanto en la orquesta como en el oboe, las dos arpas y en el sutil sonido de los cornos.

La primera parte se cerró con la primera audición en Chile de la "Sinfonía Nº 2" de Jan Freidlin, que data de 1984. Escrita para una gran orquesta, se la puede definir como un ejemplo de eclecticismo, pues en ella es posible encontrar momentos que recuerdan a autores muy diversos: Shostakovich o Sibelius, incluso con alusiones al jazz.

Sin ser una obra difícil para la orquesta —tal vez un poco larga—, recrea atmósferas, juega con las tensiones y contrastes en una buena orquestación, que por las sugerencias que provoca es muy cercana a la música para el cine. Aquí el desempeño de la orquesta, que tiene algunas secciones para instrumentos solistas, fue de gran calidad, demostrando un gran profesionalismo.
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