Gilberto Ponce
El excelente director invitado René Gulikers se despidió de la Orquesta Sinfónica de Chile luego de exhibir en tres presentaciones el talento que le ha llevado al lugar que ocupa entre los directores europeos. El estudio acabado de las obras que enfrenta y el hermoso sonido que logró de la orquesta se encuentran entre los logros de su visita.
Como experto en música del siglo XX, dos de sus presentaciones incluyeron estrenos contemporáneos. Uno del chileno Solovera y éste del holandés Willem Jeths, la interesante “Ombre Cinesi” (Sombras chinas).
En esta interpretación, pocas veces hemos visto en el escenario tal cantidad de instrumentos de percusión. Desde los tradicionales timbales y platillos hasta un sinnúmero de instrumentos informales, donde se incluyen copas con diferente afinación, maderas raspadas y planchas que se arrojan al suelo.
Violín de Singapur
A esto se agrega una completísima orquesta, que a lo largo de la obra indaga en toda clase de sonoridades y cuyo objetivo es representar el final del camino de la protagonista de la ópera de Jeths. No es fácil definir esta obra, como suite o como poema sinfónico. Por momentos recurre a sonoridades pentatónicas y a la recreación de sonoridades de antiguos instrumentos chinos. Lo indudable es que logra atraer la atención del oyente con sus permanentes contrastes dinámicos y timbrísticos y con un lenguaje que recorre todas las tendencias del siglo XX.
Con una atención notable a cada uno de los cambios, la orquesta obtuvo un resonante éxito guiada por la experta mano de Gulikers. El “Concierto para Violín y Orquesta Nº 1 en Sol menor” Op.26 de Max Bruch, es sin duda uno de los que refleja en mayor medida el espíritu del Romanticismo. Por su carga de sentimentalismo lírico que se contrasta con otros momentos de gran fuerza expresiva.
Creemos que en esta oportunidad la solista Lee-Chin Siow (Singapur) no logró dar con el perfil de la obra. Si bien cuenta con sonido poderoso, generalmente hermoso, fraseos muy nítidos, la afinación no es siempre perfecta y la interpretación resulta a ratos fría. Pensamos que su mayor logro estuvo en el segundo movimiento, vertido con expresiva musicalidad y logrados contrastes, secundada en gran forma por la orquesta.
Triunfo total de Berlioz
Un triunfo total para orquesta y director, fue la interpretación de la “Sinfonía fantástica” de Héctor Berlioz. La obra es un verdadero reto para cualquier agrupación por los incesantes y difíciles fragmentos “a solo” con que cuenta. Además, su carga programática obliga tanto al director como a los músicos a un constante alerta capaz de llevar a los auditores a participar del alucinado viaje de su protagonista.
Pensamos que el primer movimiento logró más la forma que el fondo de lo pedido por el autor, a pesar de los logrados contrastes. Pero desde el segundo movimiento en delante sólo obtuvimos una suma de virtudes donde se distinguieron cada una de las familias y eventualmente los solos asignados, cuerdas de bellísimo sonido, maderas impecables, bronces brillantes y el excelente trabajo del enorme set de percusiones.
Mencionemos el alado “Un baile”, la poesía de la “Escena campestre” y la fuerza descriptiva de los finales “Marcha al Cadalso” y “Sueño de una noche de Aquelarre”, que confirman la calidad de uno de los grandes directores que nos han visitado.