Veinte años sin Cliff Burton, el legendario bajista de Metallica que murió antes del abrazo de MTV, las crisis y las reinvenciones vía documental. Un hippie furioso en escena y amable en bastidores, que escribió junto a su banda algunos de los mejores álbumes de metal de todos los tiempos, y que fue emblema de los años en que Metallica conquistó el heavy sin radio, videos ni singles. Ésta es la breve e intensa vida de otro músico que se marchó antes de tiempo.
Marcelo Contreras
Con su instrumento Rickenbaker, Burton hizo del bajo un sonido protagónico en Metallica. |
Cliff Burton cogió el as de espadas y sonrió a Kirk Hammett, su compañero guitarrista de Metallica. La carta señalaba su recompensa: esa noche él dormiría en la litera superior del bus de la gira. La banda viajaba desde Estocolmo a Copenhague cruzando Ljungby, una localidad sueca medieval.
Master of puppets, el último álbum y motivo del tour, ya era un clásico en la breve historia del thrash metal, el género que Metallica protagonizaba. Sin ninguna difusión había alcanzado el puesto 30 entre los más vendidos, sumando tres millones de copias. Noche del 26 de septiembre de 1986. De pronto la cola del bus comienza a agitarse como si fuera un pez fuera del agua. La máquina se cambia de carril, la dirección se bloquea. Cliff tratar de saltar por una ventana. El bus se vuelca.
Aturdido, James Hetfield, voz y guitarra de Metallica, camina por la carretera. Se aleja de los pies de Cliff asomando bajo la máquina, tétrico vestigio de su cuerpo. El músico al que había rogado cuatro años atrás junto a Lars Ulrich para que se uniera a su banda está muerto. Hetfield busca rastros de hielo, el traicionero hielo negro que se apodera de las rutas escandinavas convirtiendo carreteras en pistas de patinaje, y que el chofer acusa como motivo del accidente. No encuentra nada.
El manager toca el hombro de Hetfield y le dice que debe ir a un hotel, junto al resto de la banda. "Cuál banda", se pregunta Hetfield. "Ahora sólo somos tres tipos".
Un hippie suelto en los ‘80
1982. Cliff Burton está en escena en el legendario Whiskey A Go Go de Los Angeles, junto a su banda Trauma. Lars Ulrich y James Hetfield, ambos de diecinueve años, escuchan lo que parece ser un atronador punteo de guitarra. Se equivocan. Es Burton agitando con furia su melena mientras interpreta "(Anesthesia) Pulling teeth", un solo en las cuatro cuerdas de su Rickenbaker que incluye distorsión con wah-wah y que un año más tarde quedará impreso en el deslumbrante
Kill’em all, debut oficial de Metallica y el álbum que inaugura los anales del thrash.
Termina el show y ambos imploran a Burton que se una a Metallica. Cliff, pese a sus escasos veinte años, se comporta como un músico profesional. Toca piano –su primer instrumento, a los seis años–, domina el bajo desde los catorce, practica al menos seis horas diarias. En su historial hay un par de bandas antes de Trauma, toca con regularidad por la costa oeste e incluso ha grabado el corte "Such a shame", que aún se puede rastrear en el histórico recopilatorio del sello Metal Blade Records
Metal massacre II.
Burton se demora un mes en responder. Acepta, pero con una condición. Que Metallica se traslade a San Francisco, ciudad donde nació y se crió junto a sus padres Jan y Ray Burton, dos devotos del hippismo, y con amigos como Jim Martin, luego miembro de Faith No More. Hetfield, Ulrich y el primer guitarrista Dave Mustaine se mudan para instalarse en una casa de El Cerrito. Como acto de posesión, cada uno cuelga afiches de sus héroes musicales. Una ceremonia donde se definen gustos e influencias. Mientras los recién mudados eran fans de la New Wave of British Heavy Metal, las preferencias de Cliff son cepa de los ‘70: Black Sabbath, Thin Lizzy, Rush. Lo mismo con su look. Burton lleva el pelo largo como un espejismo de Woodstock, sin la habitual chasquilla que se recortaban los primeros ejemplares del thrash, como también se niega a lucir los típicos pantalones de mezclilla ajustada con rasgaduras que imponía la nueva generación de metaleros. Hasta su muerte Cliff Burton usó pantalones acampanados.
Marihuana y Lovecraft
A veinte años de su muerte, Metallica recuerda a su bajista original: Burton y Hetfield (arriba), Hammett y Ulrich (abajo). |
Pese a la agresividad en su estilo –en vivo, su bajo tronaba al nivel de las guitarras–, Burton también era seguidor confeso de la música clásica –Bach, su favorito– y generoso consumidor de marihuana y comida mexicana. Profesó el bajo perfil fuera del escenario (sus entrevistas son escasísimas) y contagió a Metallica de su pasión por la literatura de terror, en particular de H.P. Lovecraft, inspiración para temas como "The call of Ktulu" y "The thing that should not be".
Con Cliff, Metallica confirmó su desinterés por el satanismo –"no queremos nada con esa mierda", declaró Lars en aquellos años– como adquirió un dinamismo del que carecía hasta entonces el metal más extremo. Porque si las voces chillonas eran aún un resabio de la década anterior en el metal de los ‘80 –el lejano eco de Robert Plant e Ian Gillan–, Metallica imponía el tono rudo de James Hetfield y su inquieto instinto guitarrero cruzado con la destreza de Kirk Hammett y la incansable batería de Lars Ulrich. Desde el bajo, Burton ligaba armonías, lanzaba ataques solistas y aplicaba distorsión para reforzar la presencia de su instrumento. Un arsenal de trucos fundidos con maestría, que destacaban su estilo muy por encima del promedio del thrash, donde las cuatro cuerdas suelen quedar sepultadas bajo el tonelaje de las guitarras.
Metallica 06: entre los Simpson y Rick Rubin
Las fotos en internet lo reportan. A comienzos de septiembre Metallica entró a estudio para montar las maquetas del sucesor de
St. Anger (2003), álbum que hicieron sin bajista y en medio de una crisis que casi acabó con la banda. Después de las giras correspondientes a la promoción, Metallica giró durante el pasado verano boreal interpretando íntegro
Master of puppets, como una manera de homenajear su mejor disco en su vigésimo aniversario, y tributar también a Cliff Burton a veinte años de su muerte.
James Hetfield reflexiona: "La honestidad e inocencia de
Master…, ese dormir y vivir en el estudio, la crudeza, el fuego y tener solamente a Metallica en nuestras cabezas, sólo Metallica. Ahora es diferente, tenemos familias, hay un montón de cosas importantes en nuestras vidas. Creo que
Master fue todo lo que siempre pensamos que podía ser".
Aunque Metallica fichó al productor más solicitado del planeta rock –el legendario Rick Rubin–, todavía no logran reunirse en el estudio. Rubin está involucrado paralelamente con el nuevo material de U2, Linkin Park y Velvet Revolver. Mientras esperan al barbudo productor y los fans se consuelan bajando de la red la reinterpretación de
Master of puppets, los miembros de Metallica confirman su titularidad como estrellas pop. El 10 de septiembre aparecieron en los Simpson. Otto, el metalero conductor del bus escolar de Springfield, estaba feliz. En este link, la escena:
www.youtube.com/watch?v=L8wTk6H56-E.