Con doce años de música en el cuerpo, este cuarteto chileno ha hecho su propia evolución a partir de la raíz música originalmente llamada "gótica" . "Queremos refundar la idea de Luna in Caelo", dicen, justo en los días en que acaban de lanzar su cuarto álbum,
Urdimbre.
David Ponce
Cuando aparecieron, en 1993, con sede en la sala de ensayos de una vieja fábrica de estructuras de mármol por calle San Pablo hacia abajo, no había otro grupo chileno tan oscuro como Luna in Caelo. En la época del grunge, el rock alternativo o el britpop, la música dark incubada en los ’80 ya era una minoría, y la población gótica que luego movería a masas en fiestas de la Blondie aún no soñaba con aparecer.
Hoy cuando, al igual que "hip-hopero" o "emo", el vocablo "gótico" ya entró de lleno en esa dudosa categoría llamada "tribu urbana", Luna in Caelo de nuevo está lejos de la corriente. Tras doce años de música en los que se las ha arreglado para autogestionar, grabar y publicar cuatro álbumes en sitios tan disímiles como Chile, México y España, el grupo acaba de reaparecer con un nuevo disco,
Urdimbre, que sigue siendo en buena parte música oscura, pero también se ha acercado más que nunca a la canción.
Tomó tiempo publicar el disco. "La música como en un sesenta por ciento se hizo antes de ir a España", recuerda el guitarrista Daniel Dávila, en alusión al pasado cercano del grupo. Dávila y la cantante Alejandra Araya vivieron en México entre 1999 y 2002, país donde publicaron su disco
Miedo a morir (2000). Luego se reunieron en Chile con el tercer fundador del grupo, el baterista Enrique Stindt, con quien grabaron
Noche era, la luna en el cielo brillaba (2002) y esta vez el país fue España: lanzaron el disco con un sello de ese país y en 2003 viajaron a actuar en Madrid y Valencia. Tras la estada de Stindt en ese país, en 2004 el trío estaba de vuelta en Santiago, pero la rotativa de bajistas también fue un freno: por ese puesto pasaron Christian Cosgrove, Guillermo Drago (hoy en Casino) y Alan Acuña, hasta el arribo definitivo de Diego García de la Huerta a fines de 2004.
"Venía bajando desde el Perú", bromea el baterista en alusión al nombre de conquistador del nuevo integrante. "Llegó a las riberas del Aconcagua después de atravesar la cordillera. Porque traía las cédulas reales que lo acreditaban como el nuevo bajista", completan Dávila y Araya.
–¿Cómo incluyó todo esto en las canciones?
"Costó trabajo que salieran las letras, pero cuando salieron acapararon el disco. Es súper vocal", dice el guitarrista. "Daniel quería hacer un disco que tuviera más estructura de canción. Las letras tienen historias más particulares, a diferencia de los otros discos, sin perder los sellos de Luna in Caelo: los ambientes, el tipo de sensaciones que se producen", agrega la cantante. "Pero ahora hay canciones, con estructura, con estribillos".
–¿Por qué quisieron dar ese giro?
"Era una inquietud mía porque también veníamos arrastrando una categorización entre etéreo y todo el tema de lo gótico por otro lado", argumenta Dávila. "En general la idea es tratar de bloquear lo más posible toda esa interferencia externa, pero igual influye en cierta medida".
–¿Pensaban en sacudirse esa etiqueta?
"Sí, refundar un poco la idea de Luna in Caelo", dice Alejandra. "De todos modos cuando uno genera algo está sujeto a los contextos. En la época de los ’90 y la música alternativa estábamos en un momento en el que mucha gente estaba haciendo un montón hacía música. ¿Chancho en Piedra y Luna in Caelo? Sí, tocaron juntos. Porque estábamos en el mismo momento y los mismos espacios".
"Ese momento era súper influenciado a partir de Soda Stereo y toda esta onda
noise pop", agrega el guitarrista, en alusión a la influencia de grupos ingleses como My Bloody Valentine o Ride. "Entonces de esos marcos generales lo que quedaba más al margen era esta música más oscura, más dark, y nosotros íbamos quedando ahí", agrega la cantante. "Y ese quedar desclasificado ahora se transforma en un sonido más particular".
Si en la mayoría de las carátulas de discos los grupos de rock imprimen agradecimientos y créditos, en
Urdimbre Alejandra Araya no sólo anotó las letras: también escribió una serie de narraciones cortas que acompañan a las canciones.
Una, al azar, habla de un "indio cantero guitarrero", a propósito de la canción llamada "El monte". "Esa canción es de un caso real de 1720: un rapto de una mujer. Y la canción es la historia de una chica de catorce años que se la lleva un indio que canta, porque a ella le gusta como canta", explica la cantante.
"Una experiencia personal", agrega Dávila. "Este disco es más figurativo. Los otros eran más abstractos", concluye Dávila.
–¿Por lo tanto es más fácil de escuchar?
"Sí. Yo creo que es más fácil de atrapar", dice Alejandra. "Puede ser un disco más accesible, pero engañoso también en ese aspecto, porque tampoco es algo que uno esté tan acostumbrado a escuchar. Pero si eso ayuda a que la gente escuche más a Luna in Caelo, por supuesto".
Las próximas actuaciones del grupo tendrán lugar a partir de este domingo a las 19 horas en el Teatro Facetas (Vicuña Mackenna 602), donde actuarán junto a Valentina, grupo de Concepción, y a Tránsito, además de la proyección del cortometraje "Estrella de mar", de Man Ray; después el grupo se presentará el 20 de octubre en Bar Mágico (General Ekdhal 169, Bellavista) junto a Valentina y Leo Quinteros, el 6 de noviembre en Taller Sol (Agustinas y Brasil) junto a Un Festín Sagital, y los días 24 y 25 de noviembre en Rockstar y Biblioteca Viva, en Concepción.