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La aventura instrumental

02 de Noviembre de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce


Una Temporada de excelencia ha sido la presentada durante el 2006 por la Fundación Beethoven. Esto aumentó las expectativas por la presentación, directamente desde Francia, del Octeto de Chellos de Beauvais.

El conjunto es desconocido en nuestro país y desde 1994 está orientado a a la insólita tarea de interpretación de obras adaptadas y escritas especialmente para esta inusual combinación instrumental.

Los desafíos no son menores en razón del registro del violonchelo. Si bien es hermosamente cálido como instrumento solista o inserto dentro de una orquesta, al verse obligado a abordar eb conjunto obras que estructuralmente están escritas para otras combinaciones, surgen algunas limitaciones que opacan el resultado final.

Bajo la dirección artística de Jacques Bernaert (aunque en el transcurso del concierto la dirección es asumida por diversos músicos), el octeto presentó un variadísimo programa con obras renacentistas, barrocas y contemporáneas. A pesar del entusiasmo del grupo frente al programa, es evidente su gusto por lo moderno. En este tipo de obras los resultados fueron indudablemente mejores.

Iniciaron su presentación con pavanas y galliardas de John Dowland, donde se alejaron objetivamente del sonido de las violas da gamba, lo que hizo perder sutileza y agilidad. Y además su afinación y tempi no siempre fueron justos.

Un brusco cambio llegó con la segunda obra, “In Nomine” de Philippe Hersant (1948). Fue dedicada al conjunto y resulta muy interesanrte cuando mezcla el tema de una obra renacentista con secciones atonales de carácter oscuro, usando pedales armónicos y contrastes melódicos y rítmicos en diálogo con un solista.

Del chileno Edmundo Vásquez (1938), quien reside en Francia desde hace años, el octeto interpretó una obra encargada por el grupo: “Migrations”. En este caso se explotan las posibilidades de los instrumentos, utilizando pedales, trémolos, notas en armónico, quiebres rítmicos, pianissimos y fortes. Todo ello mezclado con disonancias muy sugerentes.

La primera parte finalizó con un arreglo del “Concierto para dos Cellos cuerdas y contínuo” de Antonio Vivaldi. Aquí la responsabilidad de los solos fue transfiriéndose en diferentes parejas. Los mejores resultados estuvieron en el movimiento “Adagio”, de serena belleza y expresividad. En los movimientos extremos “Allegro” hubo, en cambio, imprecisiones de ritmo y afinación que ensuciaron el resultado.

Otro arreglo, ahora del “Divertimento en Re mayor” de Joseph Haydn, inició la parte final. Aquí observamos mejor sentido del estilo y los fraseos en sus cuatro movimientos. “Korot”, de Luciano Berio, también por encargo, nos mostró al conjunto seguro de sus recursos. Entonces fue posible reconocer el lenguaje lleno de sugerencias de su autor.

Finalizaron con “Tempo de Cellos”, de Jean Charles Capon, que rememora el ritmo del tango y sus cadencias, rubatos y expresividad melancólica. En esta obra se explotan al máximo las posibilidades de los instrumentos. Incluso percutiéndolos en las cuerdas y en la caja, con incesantes y extremos cambios dinámicos. En estas dos obras los intérpretes dieron muestras de estar completamente cómodos y maestros en su interpretación.

Ante los aplausos, agradecieron con un tango disonante y rítmico de un autor que según se entendió era de apellido ¿Callero?, que nos recordó a Piazzolla.
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