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La profundidad del violín japonés

10 de Noviembre de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce



Primavera con la Sinfónica y el violinista Yusuke Hayashi.
Bajo la dirección del venezolano Rodolfo Saglimbeni escuchamos un muy buen concierto en el Festival de Primavera de la Orquesta Sinfónica de Chile en el Teatro Baquedano. El interesante programa se inició con el debut del joven violinista japonés Yusuke Hayashi, quien a sus escasos veintidós años ya ha cosechado una importante cantidad de distinciones en diversos certámenes internacionales.

En su calidad de ganador del Concurso Internacional “Dr. Luis Sigall” de Viña del Mar de 2005 se presentó nada menos que con el “Concierto para violín y orquesta en Re mayor” Op. 35, de Piotr Ilych Tchaikovsky. Esta obra requiere, además de una gran y depurada técnica, una madurez tal que permita al solista ingresar en mundos introspectivos propuestos por su autor.

Hayashi posee esa técnica notable. Posee gran seguridad musical, fraseos y articulaciones claras, y una afinación de primer orden. Todo esto permite abordar la obra con aplomo. Pero creemos que su juventud aún le impide llegar a las profundidades del romanticismo de Tchaikovsky. Podríamos calificar su versión como “apolínea” o severamente clásica, sin la potencia del músico ruso.

El canto melancólicamente ruso del segundo movimiento logró conmover al público con las frases entre el violín, maderas y corno. Sin duda un logro del solista y del fino acompañamiento del director. El tercer movimiento fue una exhibición de destrezas que entusiasmaron a los presentes, logrando como “encore” un fragmento para violín solo de Bach que sirvió para aquilatar la musicalidad del visitante.

De Tchaikovsky a Webern y a Grieg

Una de la obras emblemáticas del siglo XX dio inicio a la segunda parte. Son las “Seis Piezas para Orquesta” Op. 6 de Anton Webern. Y es una obra de gran exigencia para la orquesta, tanto por los ritmos como por los juegos dinámicos que van desde el más puro minimalismo a la búsqueda abierta de timbres y colores. Saglimbeni obtuvo aquí un alto rendimiento del conjunto universitario, debido al conocimiento profundo de la partitura.

El programa concluyó con una de las obras más románticas de la literatura musical. Se trata de “Peer Gynt” de Edgard Grieg. Es música incidental para la obra teatral del mismo nombre, del dramaturgo noruego Henrik Ibsen. En esta oportunidad se escucharon las suites Op. 46 y Op. 55.

Director y orquesta lograron verdaderas cimas de dos tipos de expresiones, contenida y explosiva, mostrando diversas facetas de las aventuras de este héroe y villano que enamora, engaña y sufre con los avatares de su existencia.

Sería injusto no alabar el extraordinario trabajo de cada uno de los músicos, como también la solvente versión de Saglimbeni, quien supo conmover a los asistentes a una de las grandes noches de la Sinfónica.
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