Marcelo Contreras
Creamfields es lejos lo más parecido que se realiza en Chile a un festival de rock y electrónica del primer mundo: sonido de nivel, puestos para beber un buen trago, contacto con el aire libre. Sin embargo, son las 21:00 horas y el lugar está semivacío, pese a que la organización asegura que se han vendido más de 13 mil boletos. Es probablemente la reacción a un cartel que este año, a diferencia de 2005 cuando Prodigy era la estrella, no ofrece un nombre fuerte. Y los que podrían serlo -Hernán Cattaneo, Sasha- son repetidos.
Donde Creamfields no se emparentó con lo que sucede afuera fue en puntualidad. Con casi media hora de retraso comenzó la presentación de los nacionales Rock Hudson, que arrancaron tibios aplausos ante media centena de personas.
Mayor entusiasmo provocaba a la misma hora Abdala: unas treinta personas se movían con sus beats. En el mismo horario, la sala Minimal estaba vacía, con apenas un par de parejas en el césped. Las bajas revoluciones de Creamfields se alteraron con la irrupción de los argentinos Catupecu Machu. Primero ensamblados sin bajo -el músico en ese puesto aún no se recupera de un accidente- y luego con la compañía de Zeta Bossio, el legendario ex bajista de Soda Stereo. Extraña señal para un evento sinónimo de electrónica. Al cierre de esta edición, aumentaba la llegada de público al evento.