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Los colores del movimiento

29 de Noviembre de 2006 | 00:00 |
Gilberto Ponce



(foto: Álex Valdés).
Por estos días el Ballet Nacional Chileno está ofreciendo en el Teatro Baquedano de la Universidad de Chile un estreno mundial. Se trata de la última creación de su director, el coreógrafo Gigi Caciuleanu, se basa en poemas de Baudelaire, Mallarmé, Prévert y De Heredia, y se llama “Colores”.

El ballet utiliza música de Edouard Lalo, (“Concierto para violonchelo y orquesta”), de Gabriel Fauré (“Elegía”, para la misma combinación instrumental) y de Camille Saint-Saëns (“Sinfonía Nº 2 en La menor”). “Colores” se divide en tres partes denominadas “Azul”, “Blanco” y “Rojo”, en una alusión a los colores de la bandera francesa, aunque es inútil intentar encontrar elementos programáticos en ella, ya que las tres coreografías se pueden calificar de “danza pura”.

En esta coreografía es posible observar una franca evolución en el estilo de Caciuleanu, que abandona en cierta medida los elementos de carácter gimnástico, para jugar más con la danza, centrando ahora la expresión en el movimiento. La compañía entiende los conceptos de su maestro y responde con disciplina, seguridad y prestancia en lo corporal como en la expresión facial.

Danza azul
Carola Alvear y nueve hombres dan vida a “Azul”, la primera de sus tres partes, que tiene como base musical la música de Lalo. Con un traje casi blanco ella enfrenta expresivamente los diversos estados de ánimo, contrastando con los nueve varones de azul que interactúan con ella.

A lo largo del montaje cambian algunos elementos del vestuario para vitalizar el cuadro. Giros, dúos o conjuntos fueron bailados con pulcritud, lográndose un sugestivo momento en la segunda parte. Su contenido queda librado al espectador, quien libremente puede encontrar sus propias claves de interpretación.

Danza blanca
Tres elementos sirven de base a los movimientos del cuarteto que da vida a “Blanco”, con música de Fauré. La interesante coreografía ubica a una pareja en el elemento superior. Sus movimientos son replicados como en espejo por los dos bailarines restantes, que están ellos se encuentran a diferente altura, sin que logren tocarse.

Esto crea una situación poética en la que a veces se produce una transfiguración. Los replicante toman vida propia. Carolina Bravo, Vivian Romo, Cristián Contreras y Juan Alberto Pérez lograron magia en esta pequeña joya.

Danza roja
“Rojo”, con música de Saint-Saëns, sugiere pasión y fuerza. Aquí toda la compañía dio muestras de un estupendo estado físico así como del total conocimiento de la coreografía, resolviendo los nada fáciles pasos y giros, tanto en los paralelismos generales, como en los pequeños grupos que se desdoblan o unen en un todo haciendo un perfecto uso del espacio.

La escenografía, vestuario y luces de Dan Mastacan fueron el adecuado marco para uno de los más logrados trabajos de Gigi Caciuleanu.

En una excelente iniciativa este trabajo contó con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica de Chile, dirigida por Nicolás Rauss. La agrupación sonó en todo momento como si se tratara de un concierto. Esto es demostrativo de su profesionalismo y de la certera dirección de Rauss y por el cello solista, Celso López, aplaudido tanto por la compañía, como por el público.
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