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Con los niños solistas

11 de Diciembre de 2006 | 11:36 |
Gilberto Ponce


En nuestro país, y desde hace varios años, se está desarrollando una importante revolución. Aunque sus manifestaciones son sonoras, esta revolución va en silencio.

Nos referimos al creciente interés de muchos niños que a lo largo de todo Chile han tomado el camino de la música. De capital importancia en este movimiento es la labor desarrollada por la “Fundación de Orquestas Infantiles y Juveniles”, que ha logrado formar orquestas en lugares apartados y pequeños, transformando la vida de esos niños y las de sus comunidades.

En esta realidad es donde cobra importancia la iniciativa de la Orquesta Sinfónica de Chile. Al invitar niños de diferentes ciudades a tocar como solistas junto a sus músicos están dando una potente señal de estímulo a todas estas generaciones de futuros intérpretes profesionales.

Nos parece de vital importancia el marco que se dio a la presentación. Es el mismo que tendría un concierto normal. Incluso con el gesto de la entrega de flores a cada solista participante.

Se presentaron siete niños, cuyas edades fluctuaban entre los nueve y catorce años, mostrando musicalidad y entusiasmo, que transmitieron al público. Pensamos que se sabían representantes de sus orquestas.

Sueños para el futuro

En una decisión adecuada, cada uno interpretó solo un movimiento de la obra escogida, y todas contaron con acompañamiento de cuerdas y clavecín, si se requería. José Luis Domínguez estuvo en la cuidadosa dirección, velando por los equilibrios y manteniendo claros pulsos en eficaz respaldo a los noveles solistas.

La violinista de nueve años Mónica Rojas llegó desde Calama sorprendiendo con su musicalidad, sus fraseos claros y un gran sonido. La vimos siempre atenta a los pulsos del director en su interpretación del tercer movimiento del “Concierto en Si menor” de Oskar Rieding. Las pequeñísimas fallas afinación serán superadas con su contundente intuición musical.

Desde la Octava Región vino Fernanda Burgos, también violinista. A sus doce años ya da muestras de su musicalidad y manejo del fraseo. Ella interpretó el primer movimiento del “Concierto Nº 2 en Sol mayor” de Friedrich Seitz. Si bien al inicio se la vio un tanto insegura en pulso y afinación, en la parte conclusiva de grandes exigencias mostró toda su potencialidad en arcos, articulaciones y afinación.

Dos grandes amigos provenientes de una de las orquesta pioneras, la de Curanilahue, cerraron en espléndida forma la primera parte. Luis Peña y Diego Campos de once y doce años, sorprendieron con una estupenda versión del nada fácil primer movimiento del “Concierto para dos violines y cuerdas” de Antonio Vivaldi. Mostraron una serie de propiedades: excelente afinación, fraseos del mejor nivel, manejo de los conceptos dinámicos, total afiatamiento, hermoso sonido y una musicalidad e intuición a toda prueba. Lograron justas ovaciones del público.

Hija de dos importantes músicos chilenos, Camila del Pozo Sierralta, de catorce años, es oboísta. Pertenece a la Orquesta Metropolitana de Santiago y en su interpretación del primer movimiento del “Concierto en Re menor” de Alessandro Marcello demostró musicalidad, hermoso sonido, excelentes fraseos y muy buen fiato.

Perteneciente a la orquesta de Antofagasta, María Verdejo Reinuaba tiene doce años y toca el violín. Interpretó el primer movimiento del “Concierto Nº 1 para violín y cuerdas” de Johann Sebastian Bach. Con su musicalidad y bello sonido hace cantar su instrumento, aplicando muy bien los conceptos dinámicos.

A sus doce años posee aplomo y seguridad, además de mostrar un gran goce por la interpretación. Nos referimos a Marcelo López flautista de Copiapó, quien interpretó el primer movimiento de su “Concierto en Re mayor para flauta y cuerdas” de Boccherini, en el se distinguió por su hermoso sonido, fraseos, musicalidad e instinto interpretativo.

Una hermosa jornada que se completó con la orquesta en pleno interpretando al inicio una versión un tanto desajustada de la Obertura de la ópera “El Barbero de Sevilla” de Rossini, y cerrando con “Una noche en el Monte Calvo”, el célebre poema sinfónico de Mussorgsky.
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