El director dedicó su vida al teatro, disciplina en la que hizo escuela en nuestro país.
El MercurioSANTIAGO.- A cinco años de su partida todavía se lo extraña en el mundo del teatro y las artes. Eso pasa con quienes se desenvuelven en su ámbito dejando tras de sí una huella fundacional, y si su partida fue temprana, más aún. Andrés Pérez murió a los 50 años, un 3 de enero de 2002, luego de estar por dos meses en la UTI del Hospital San José tratando una neumonitis derivada del sida que portaba.
Cuando a las 06:00 horas de ese jueves 3 una insuficiencia respiratoria acabó con su vida, hacía largo tiempo que Pérez Araya (con los dos apellidos, como gustaba identificarse) se había consagrado como una piedra angular de las tablas nacionales, en gran parte gracias a las nuevas técnicas derivadas del circo que había aprendido durante su estadía en Francia, y que aplicó con gran precisión en las obras que dirigió. De ellas, sin dudas fue "La Negra Ester", inspirada en las décimas de Roberto Parra, la que más lo identificó en el público.
Rápidamente la obra se transformó en un inolvidable, que la cartelera anual no perdona hasta hoy. Todos los años, "La Negra" vuelve en la Ester de siempre, no otra que Rosa Ramírez, quien se casó con el director incluso al tanto de su condición homosexual.
Esta misma sensibilidad le permitió montar una de sus últimas obras, "La Huida", en que recrea la persecución de homosexuales en los años 30, y que engrosó una lista en la que figuraban, además de "La Negra Ester", obras como "El Desquite", "El Principito", "Madame de Sade" y "Popol Vuh".
Su figura, como la de todo aquel que parte, puede alejarse más o menos con el paso de los años desde su muerte, pero la obra de Pérez persiste: en el ejercicio de decenas de actores que aprendieron de su trabajo, en el centro cultural que ayudó a crear y del que luego desplazaron (Matucana 100), en La Negra Ester de cada año, en la compañía Gran Circo Teatro, y en la memoria de miles de espectadores que se maravillaron con sus obras.