Gilberto Ponce
Dos hechos de importancia no menor marcaron este nuevo aniversario de la fundación de la Orquesta Sinfónica de Chile. Primero el reencuentro de Francisco Rettig con la agrupaicón que dirigiera hace más de una década. Y segundo, la presentación de del joven Patricio Valenzuela interpretando uno de los conciertos para piano de Mozart.
Ante la presencia de autoridades universitarias, discursos y entrega de distinciones tuvimos la ocasión de escuchar a la orquesta en una de sus grandes jornadas, con hermoso sonido, excelente afinación, fraseos cuidadosos y gran atención a cada una de las indicaciones de la batuta.
Nos parece adecuado el haber iniciado este concierto con la Obertura “Festival académico” de Johannes Brahms, obra escrita como agradecimiento del compositor a la Universidad de Breslau por haberle concedido esta el grado de Doctor Honoris Causa.
Es una obra jubilosa, que en su estructura mezcla varias canciones universitarias y el famoso himno “Gaudeamus Igitur”. Rettig puso énfasis en este aspecto logrando una versión llena de energía y consiguiendo una respuesta vibrante en cada una de las familias instrumentales.
El pianista
Patricio Valenzuela es un joven pianista de sólo 19 años. Durante un recital anterior ya dimos cuenta de su extraordinarias musicalidad y técnica. En esta oportunidad, con el "Concierto para piano y orquesta Nº 20 en Re menor" K. 266 de Wolfgang Amadeus Mozart, ratificó ampliamente esas condiciones.
Creemos que este alumno de Fernando Cortés alcanzó la madurez necesaria como para dar inicio a una brillante carrera como intérprete. A su segura técnica, le agrega una musicalidad natural e instinto que le llevan a un acercamiento pleno del estilo.
Este concierto, uno de los dos escritos en tonalidad menor por Mozart, exige del intérprete no sólo una digitación perfecta. Requiere además de una expresión que no se aleje del patrón clásico para conservar aquello que el autor quiso imprimir en la obra.
Valenzuela realizó una magnífica versión, llena de matices e intenciones, con fraseos y articulaciones que en varios momentos lograron conmover al público. Y el acompañamiento de Rettig y la orquesta estuvo en el mejor nivel, desde ese sombrío inicio que nos lleva a los diálogos con el solista en una fusión notable.
El director
En el segundo movimiento, tanto el solista como la orquesta lograron un ambiente de recogimiento mágico y bello, interrumpido sólo por la sección rápida que le otorga el justo contraste de equilibrio.
El tercer movimiento fue una ratificación de los valores expuestos anteriormente. y ahí Rettig cuidó siempre los equilibrios y balances sonoros, consiguiendo de la orquesta siempre la mejor respuesta.
Los aplausos obligaron al solista a ofrecer como
encore, una espléndida versión del la "Fantasía en Re menor" del mismo Mozart. El programa concluyó con la "Sinfonía Nº 2 Op. 73" de Johannes Brahms, obra tan llena de sugerencias y cambios de carácter y tempo que es muy fácil conseguir una buena lectura, pero no siempre una buena interpretación.
En este caso encontramos a un Rettig inspirado, dando muestras de un conocimiento profundo de la partitura. A lo largo de sus cuatro movimientos mostró gran dominio en intencionalidad expresiva, contrastes dinámicos, fraseos entre familias, ataques justos, y siempre con un hermoso sonido instrumental, transitando desde la melancolía, a la pasión, a lo popular y lo lúdico, concluyendo con un brillante cuarto movimiento, que arrancó las justas ovaciones del público. Una gran celebración en un nuevo cumpleaños de la Orquesta Sinfónica de Chile.