La primera buena sorpresa musical de 2007 llegó temprano, por cuenta del sitio Super 45: el debut del cantante noruego Erlend Øye, el sábado 13 de enero en el Cine Arte Normandie, fue una revelación musical en vivo, con una revelación personal incluida.
David Ponce
El cielo sabe que fue una noche feliz: el cantante noruego Erlend Øye en su debut en Santiago (foto: Felipe Ortega / Super 45). |
"Si alguien conoce la melodía puede cantar. Aunque no muy fuerte. Si alguien conoce la armonía (vocal) la puede hacer, siempre que no moleste al vecino", invitó el cantante noruego Erlend Øye antes de tocar su canción "Cayman islands", y tanto de música como de invitaciones así estuvo hecho su debut en Chile. Øye es uno de los músicos del dúo folk Kings of Convenience, y si ahí su música ya es acústica y bonita, como solista es aun más íntima, hecha para que la audiencia que el sábado llenó el Cine Normandie terminara cantando con él, silbando con él, conversando y hasta bailando con él.
El solo título del primer disco de Kings of Convenience,
Quiet is the new loud (2001) es una declaración de hace ya cinco años: la quietud es el nuevo estruendo. Y Erlend Øye vino a confirmar el poder de la serenidad con un concierto basado en su pura guitarra electroacústica, en un piano reservado para una sola canción y sobre todo en la complicidad con un público que conocía de memoria esas canciones. Y que conocía también las del segundo disco,
Riot on an empty street (2004), las de The Whitest Boy Alive, el grupo paralelo del cantante, las de su disco
Unrest y las del también noruego dúo Röyksopp, cuya "Remind me" fue silbada por la platea completa en un momento emotivo como pocos.
Así en familia fue mucho más relajado tocar. "Llevo apenas dos canciones y ya estoy pensando con qué seguir", dijo cuando llevaba exactamente dos canciones, luego de empezar con el acompañamiento de "The girl from back then" (2001) para luego cantar "Toxic girl" (2001) y seguir con un estreno que terminó con un "Gracias. Ésa era una canción realmente nueva". Es la libertad de dar un concierto a solas con guitarra. Tras décadas de rock y electricidad, una nueva generación volvió a descubrir el folk iniciado por figuras históricas como Simon & Garfunkel y Erlend Øye encarnó tal idea pura, con ese modo de pulsar las cuerdas conocido como
finger picking en "Homesick", la propia "Cayman islands" y otras canciones. Øye no rasguea ni toca las cuerdas con una uñeta: él hace caminar los dedos sobre las cuerdas.
Fue el amor de la platea el que le permitió entablar el diálogo desde el primer minuto. "Quisiera que esta noche se concentraran en lo que voy a tocar, así es que tomen las fotos ahora", dijo ante los flashes inmediatos, y paró de tocar para ponerse al frente del escenario, a merced de cámaras digitales y celulares. "Estuve en Brasil por un mes. Ahora estoy aquí", contó. "¿Por cuánto tiempo?", interrogó alguien entre el público, en una de las muchas pruebas de lo bien que habla en inglés la audiencia nacional. "Can you play a song? ‘Don’t give up’. For my friend", pidió otro asistente, en alusión a una canción de The Whitest Boy Alive, cuando el cantante preguntó si había preguntas.
Y luego fue él quien tomó la palabra durante unos minutos. "Voy a contar una historia. En 1974…", empezó, entre algunas intuititivas rechiflas alusivas al año en cuestión. "Sí sé que pasaron cosas en su país en 1973. En parte por eso fue también que en Noruega empezamos a escuchar una palabra llamada Chile, Chile, porque la gente empezó a juntarse para ver cómo ayudar a Chile. En una de esas reuniones, una niña, muy bonita, conoció a un joven, llamado Peter, y esa noche se fueron juntos, hasta que en un momento ella debió ir a la izquierda y él al la derecha. Pero Peter le preguntó ‘¿No tienes un número de teléfono?’", dijo, y en ese punto lanzó el desenlace: "Y catorce meses después nací yo".
El Cine Arte Normandie se vino abajo en aplausos ante una reverencia de Erlend Øye, el cantante del bendito dúo folk Kings of Conveniencie que, ahora lo sabemos, más encima nació gracias al movimiento de solidaridad con Chile en dictadura en 1974. "Así que gracias por hacerme existir", fue su saludo final. Para los bises salió a cantar un cover, y por si aún faltaba un pequeño milagro, lo que hizo fue una versión transformada para guitarra folk y sin anunciar de "Heaven knows I’m miserable now": una de las maravillas del grupo inglés The Smiths, en perfecta conjunción con el gusto de Kings of Convenience por la melodía y la sensibilidad. Morrissey no la cantó en ni una de sus dos pasadas por Chile, pero sí la vino a tocar Erlend Øye. Gracias por hacerla existir.
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