MADRID.- "Es verdad que los viejos recordamos más lo que ocurrió en el pasado remoto que lo que sucedió ayer", admite José Saramago. Pero la razón por la que el portugués se puso a escribir "Las pequeñas memorias" es otra: "Lo que viví entre los cuatro y los 15 años me convirtió en la persona que soy hoy".
El pueblo de Azinhaga, en el centro-sur de Portugal, en el que nació el autor de "El Evangelio según Jesucristo", "La caverna" y "Ensayo sobre la ceguera", entre muchos otros libros, es el escenario de estas memorias, cuya edición en castellano presentó hoy en Madrid.
En Azinhaga, nació Saramago y allí regresaba todas las vacaciones una vez que su familia se había trasladado a Lisboa. "Lo primero que hacía era quitarme los zapatos. Y lo último, ponérmelos. Eso da idea de la intensidad de la relación que tenía entonces con la tierra, los animales, la naturaleza", explicó el escritor de 84 años.
"Si yo no hubiera vuelto jamás a ese pueblo, sería hoy otra persona. Ahora soy igualito en temperamento y personalidad al niño que fui entonces. De alguna forma, me reencontré conmigo mismo".
"Déjate llevar por el niño que fuiste", es la frase que guió al autor en la escritura de estas memorias. "Ese niño ya no está. Pero siempre fui muy consciente de que ahí, en la infancia, estaba el nudo de la cuestión".
"Hablo de mis padres, mis abuelos, mis primos, mis tíos. Eran personas que habían desaparecido, que no habían dejado nada tangible de su vida. Estaban muertos y yo los resucité", aseguró, para añadir sonriendo: "Cuando queráis que resucite a alguien, sólo me tenéis que avisar".
"Las pequeñas memorias" (Alfaguara) es un libro que fue trabajando en su cabeza durante los últimos veinte años. "Pero cada vez que me ponía a trabajar en él, se me ocurría una idea para un novela y escribía la novela".
Cuando por fin se puso manos a la obra, la salud le jugó una mala pasada. "El 2006 fue muy complicado para mí. Fue difícil escribir el libro porque mi estado de salud era lamentable".
Entre otros achaques, aseguró que tuvo hipo durante un mes y medio. "Los remedios son importantísimos, pero las abuelas quizá no lo sean menos", aseguró, para relatar luego cómo fue un gran trago de vinagre lo que lo liberó por fin del mal y no los medicamentos, que casi le quitan la vida.
Estas memorias no tendrán continuación. "La única parte importante de mi vida, en el sentido de construcción de una persona, es ésta y eso lo que me interesaba contar. No insistan".Con traducción de la española Pilar del Río, esposa del escritor, el libro sale a la venta ahora en España y, en febrero, en Latinoamérica.
La versión original en portugués se presentó el 16 de noviembre en Azinhaga, cuando el Premio Nobel de Literatura 1998 cumplió los 84 años.
La edición española tiene un añadido con respecto a la portuguesa: una serie de fotos de la época con comentarios de puño y letra del escritor.
Otro pueblo fundamental para Saramago, Tías, en Lanzarote, donde pasa largas temporadas, le rendirá homenaje el próximo 3 de febrero.
Bastante recuperado físicamente, tanto que se permitió bromear sobre la diarrea que lo tenía a mal traer en los últimos días, Saramago sólo se puso realmente serio a la hora de hablar del estado del mundo.
"Estamos todos hundidos en la mierda. Y no se puede ser optimista. El optimista es insensible, estúpido o millonario", afirmó.
"Hay basura en la calle, en el televisor, en muchos periódicos, en las mentes", aseguró. "Creo que estamos realmente equivocados con lo que estamos haciendo en materia de educación. No hay que confundir educación con instrucción. Educar es inculcar valores. Yo he sido educado en una familia de analfabetos. No sabían leer pero me inculcaron valores. De eso se trata".