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El retorno del gran tenor

01 de Marzo de 2007 | 00:00 |
Una variado repertorio incluirá el concierto gratuito del tenor, el 11 de marzo, junto a Verónica Villarroel. En 40 años de vida artística, el músico español ha interpretado 124 roles.

Susana Ponce de León


"Construí mi voz como un albañil, una nota encima de la otra, hasta que encontré mi camino hacia el registro de tenor" (foto: EFE).
Considerado como uno de los mejores tenores de la historia, Plácido Domingo es, además, un gran amigo de Chile. En su quinta visita, el 11 de marzo, cantará junto a Verónica Villarroel y la Orquesta Filarmónica, dirigida por Eugene Kohn, en un espectáculo gratuito en la Plaza de Armas de Santiago.

Desde Estados Unidos, cuenta que el programa tuvo como guía el 150º aniversario del Teatro Municipal: "Con Verónica Villarroel cantaremos una mezcla de ópera, zarzuela, musicales de Broadway y de películas y, por supuesto, algunas queridas composiciones populares latinas como ‘Granada’ y ‘Bésame mucho’. El maestro Kohn también dirigirá música orquestal".

-¿Qué nos puede decir sobre sus dos cargos, como director general de la Washington National Opera y en Los Angeles Opera?
-Desde que era adolescente tuve el deseo de participar en la labor de administración en el mundo de la entretención. Mis padres, quienes eran famosos artistas de la zarzuela, emigraron de España a México cuando yo tenía ocho años para formar su propia compañía. Así es que vi y estuve involucrado en la administración artística desde la infancia. Mi participación en Washington y en Los Angeles es, entonces, una consecuencia natural. Sin embargo, puesto que ambas ciudades y su público son muy diferentes, trato de dar a cada compañía un perfil propio.

-¿Qué opina de la obstinación de ciertos regisseurs?
-Un artista debe tener la libertad de expresarse sin censura. No obstante, los regisseurs son artistas interpretativos, no creativos como los compositores o los libretistas. Por lo tanto, su labor principal es hacer justicia a la intención básica de los creadores de la ópera. No me importa la llamada actualización si ella se hace con lógica y con gusto. No obstante y al menos en mis dos compañías operáticas, objeto cuando el regisseur ignora los deseos básicos del compositor y del libretista para satisfacer su propio ego. En esos casos mi consejo es: si insiste en imponer su propio y nuevo mensaje a esta ópera, es mejor que usted mismo escriba otra.


(ilustración: Jimmy Scott).
-¿Cree que la ópera tiene futuro en Latinoamérica?
-Tiene futuro con cualquier persona que esté dispuesta a someterse al poder emocional de la música clásica, sin considerar los países ni las razas. Siempre he dicho: el amor por la música clásica, y así también por la ópera, debe empezar en los primeros años de vida, por lo que es imperativo que los sistemas educacionales de un país reconozcan esto y expongan a los niños al poder de la música clásica.

-¿Cómo se forja su carrera?
-No quiero que suene a jactancia, pero la naturaleza me ha dotado con una voz, musicalidad y la curiosidad de explorar en música. También agradezco a Dios por haberme dado el poder de voluntad para trabajar en mi oficio. En el conservatorio, adonde fui primero a estudiar dirección y piano, los profesores descubrieron que yo tenía lo que se llama voz natural. Cuando cambié mis estudios principales por el canto, tuve la suerte de caer en manos de profesores que no sólo me dieron clases vocales, sino también me inculcaron la habilidad de trabajar solo. Construí mi voz como un albañil, una nota encima de la otra, hasta que encontré mi camino hacia el registro de tenor.

-Cada vez más directores de cine asumen el rol de regisseurs de ópera. ¿Eso es bueno?
-Siempre he sido un partidario entusiasta de que los directores de cine trabajen en la ópera. He trabajado bajo la conducción de hombres como John Schlesinger, quien dirigió maravillosamente los "Cuentos de Hoffmann" en el Covent Garden de Londres. También con Zeffirelli, no sólo en las producciones operáticas como su "Turandot", su "Boheme" y su "Pagliacci", sino también en las películas mismas. Fue él quien dirigió los filmes "La Traviata" y "Otello", donde canté las principales melodías masculinas. Como administrador, he invitado a directores de cine como William Friedkin, Gary Marshall, Maximilian Schell y otros para que trabajen tanto en la Washington National Opera como en Los Angeles Opera. Como cantante he aprendido mucho de ellos; y en algunos casos he aplicado lo que he aprendido no sólo al rol en particular en el que me dirigen, sino a papeles en los que he sido dirigido por otras personas. Como cantante uno madura con la guía de grandes realizadores y directores, y un cantante inteligente absorbe como una esponja lo que ellos tienen que ofrecer.

-¿Por qué le gusta participar en nuevas piezas? ¿Es un riesgo?
-Responderé primero como administrador: es un acto muy arriesgado cuando uno encarga una nueva ópera. En la historia musical hay miles de óperas que tuvieron una premier mundial con bombos y platillos, pero no sobrevivieron a la prueba del tiempo. Y no hay una respuesta fácil al por qué algunas obras tuvieron éxito y otras no. Tenemos que seguir intentando encontrar nuevos modos para expresar esta forma de arte llamada "ópera", porque eso es lo que la mantiene viva. Siempre me he sentido partícipe de la continuidad cambiante de la música y por lo tanto he tenido mi parte en óperas contemporáneas. Mi primer encuentro con la llamada música moderna fue en una etapa muy temprana de mi carrera, cuando canté la premier de "Don Rodrigo" de Alberto Ginastera, en el Lincoln Center de Nueva York. Su éxito contribuyó a que productores internacionales se fijaran en mí. Después vinieron premieres mundiales como "Goya" de Gian Carlo Menotti".

-¿Qué nos puede decir de sus colaboraciones con John Denver, Luciano Pavarotti, etc.?
-Hacer música con cantantes de áreas distintas, como Denver, es una alegría, porque uno se expresa en una canción de naturaleza diferente a la operática. Estoy seguro de que habrá cientos de personas en la audiencia de nuestro concierto en Santiago que nunca han estado en un teatro de ópera. Si sólo una de ellas sale de ahí dispuesto a experimentar una ópera completa en el teatro, entonces tendré la satisfacción de haber encontrado un converso más a esta entretención llamada ópera.

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