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La última noche de 1959

19 de Marzo de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce


El cantaor de música española Pepe Lucena interpretado por el tenor Gonzalo Cuadra (foto: archivo Ampuc).
Generalmente se tiene la idea de que los musicólogos son personas dedicadas a la investigación, de que se verán siempre encerrados tras los muros universitarios y por lo tanto alejados en gran medida del mundo real o cotidiano.

Sin embargo el espíritu indagador de Juan Pablo González, musicólogo afincado en la Universidad Católica, le ha llevado a investigar la música popular y su relación con el medio y además ha realizado interesantes y atractivos montajes que abarcan diversas épocas de la historia musical de nuestro país.

Ahora, en una empresa que involucró a diferentes departamentos académicos de la UC (y bajo el auspicio del Fondart) se montó “Una noche en el Goyescas”, el mítico salón de té y espectáculos de Huérfanos con Estado, el que cerrara sus puertas al entrar la década de los ‘60.

Teniendo como eje la recreación la “Noche vieja” de 1959, un grupo de profesionales y estudiantes dieron vida a una velada en un Goyescas que al igual que como ocurría en el verdadero salón, veía pasar por su escenario a los más variados y diferentes artistas.

La máquina del tiempo

En una buena ambientación de Miguel Ángel Jiménez, quien dirigió también la puesta en escena, se vio desfilar al cantaor español Pepe Lucena, al dúo Sonia y Myriam, a las Hermanas Loyola, a la legendaria Orquesta Huambaly con Humberto Lozán y a la primera banda chilena de rock: la William Reb and the Rock Kings.

Todos estos artistas fueron caracterizados por cantantes de la talla del tenor Gonzalo Cuadra, quien se desdobló con indiscutible calidad y mucho humor en los roles de Pepe Lucena y Humberto Lozán.

El inmortal dúo Sonia y Myriam subió al escenario en las voces de la sólida contralto Pilar Díaz y en la de la mezzosoprano Francesca Ancarola, quienes con ingenua sensualidad y ajustadamente vestidas deleitaron con “Una pena y un cariño”, “Tonadas de Manuel Rodríguez”, el llorado “Olvida” y “Arrivederci Roma”. Las Hermanas Loyola (Estela y Margot) llevaron al público hasta el folclor en las voces de unas histriónicas cantantes del Grupo Palomar. Ocho músicos de la Big Band UC dieron vida a la Huambaly, haciendo bailar desenfadadamente al Cuerpo de Baile Bella Época, de notable desempeño como clientes del Goyescas.

Ante el desconcierto de algunos asistentes, ingresó un grupo de “coléricos”. Eran Los Armandos, quienes dieron vida a los primeros rock chilenos. Aunque ajustados en estilo y vestimenta, su vocalista no fue siempre afinado, aunque de incuestionable entusiasmo, esta banda hizo bailar incluso fuera del escenario.

Como bien sabemos no existe boite que se respete que no tenga un animador que juega entre lo entusiasta, siútico y contador de chiste fomes. Pensamos que el actor Reymundo Guzmán entregó el perfil preciso al personaje. Tampoco sería justo no destacar a Rubén Sierra en violín y al mismo Miguel Ángel Jiménez en piano para interludios y en el ajustado acompañamiento de Sonia y Myriam.

Con el público bailando en sus asientos y gran euforia concluyó una jornada donde fue posible afirmar que una cosa: la música es una sola cuando se hace con calidad. El gran valor de esta propuesta del musicólogo Juan Pablo González.
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