LA HABANA.- Cuba ha desempolvado los libros, discos y trofeos de caza de Ernest Hemingway, ha limpiado su piscina y quitado la maleza de las tumbas de sus perros, con la esperanza de atraer más visitantes hasta la venerada casa del escritor en las afueras de La Habana.
Sin embargo, la restauración del refugio del estadounidense, que incluye enmohecidas botellas de ron, un murciélago conservado dentro de un frasco y la máquina de escribir en la que redactó “El Viejo y el Mar", podría llevarle aún otros dos años al gobierno de la isla.
"Es un proceso que requiere dedicación y tiempo. Yo preveo (que culmine) quizás al finales de 2009", dijo Ada Rosa Alfonso, directora de la Finca Vigía, la casa de estilo colonial español donde vivió mientras estuvo en la isla.
La viuda de Hemingway, Mary Welsh, entregó la residencia al gobierno cubano tras el suicidio del escritor en 1961. Gran parte de lo que había allí continúa tal cual él lo dejó.
La restauración de la casa carcomida por las termitas y la reparación de los estragos que años de humedad causaron a sus pertenencias comenzó en el 2005, el mismo año en que el National Trust for Historic Preservation de Estados Unidos puso a la Finca Vigía en su lista de lugares en peligro.
El fideicomiso ha enviado restauradores a Cuba, pero el embargo comercial que Estados Unidos mantiene desde hace 45 años contra la isla ha impedido que esa y otras instituciones envíen materiales y fondos.
"El gobierno de Estados Unidos no quiere", dijo Alfonso, tras anunciar una serie de eventos para festejar en abril el aniversario 45 de la Finca Vigía, que está pintada otra vez con su color crema original.
"Hay muchos norteamericanos realmente interesados en proteger y preservar el patrimonio de Hemingway. El gobierno no se los permite", añadió.
La restauración, que incluye además trabajos en “Pilar” -una lancha de 12 metros de eslora que Hemingway utilizaba para pescar peces aguja y perseguir submarinos alemanes-, costaría al menos un millón de dólares.
Hemingway se marchó a Estados Unidos a fines de la década de 1950 y quedó devastado cuando supo que la invasión de Playa Girón, auspiciada en 1961 por su gobierno, le impediría regresar a la isla.
Su casa, en la que tenía además 60 gatos, está tapizada de libros, cabezas de animales embalsamados y fotos de familia, informó Reuters.