Gilberto Ponce
Bajo la conducción del maestro japonés Yoichi Sugiyama, la Orquesta Sinfónica de Chile dio inicio a su primer ciclo de conciertos del año 2007. En sus tres primeras apariciones de la temporada se escucharán obras sinfónico corales como eje de los programas. Así fue en esta apertura, con dos obras religiosas como el plato fuerte de la noche, con la participación de la Camerata Vocal y el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile.
El director Sugiyama, quien además es compositor, inició su presentación con una excelente versión de la “Pasacaglia y Fuga para Orquesta de Cuerdas” del compositor chileno Carlos Riesco. El óptimo estado de las cuerdas permitió un acercamiento a los valores de la obra, destacándose la hermosa Pasacaglia, donde se logró una expresividad muy lírica.
En su interpretación para la primera audición en Chile de “Lux Aeterna” del estadounidense (de ascendencia danesa) Morten Lauridsen, los amplios gestos del director encontraron una eficaz respuesta en la Camerata Vocal, que dirige Juan Pablo Villarroel. La obra escrita en 1997 posee un lenguaje ecléctico que le permite al autor moverse desde lo arcaico a lo moderno, sin llegar a extremos atonales.
La orquestación incluye cuerdas, flauta, oboe, clarinete, fagot, dos cornos y trombón. Está totalmente subordinada a los textos, que a su vez están relacionados con la luz. Y como resultado, nos encontramos con una obra de serena belleza.
Entre los recursos utilizados se incluyen
antífonas entre la orquesta y el coro, secciones
canónicas e imitativas, y varios momentos
a capella. La cuidadosa preparación de la Camerata permitió el éxito de una obra cuyo único defecto puede ser su extensión, pues en cada una de sus seis partes no es posible encontrar grandes contrastes que las diferencien en una primera audición.
Entre los muchos momentos de gran belleza de esta versión sólo podemos objetar el balance de las partes en que el coro cantaba
piano, haciéndose inaudible, pues la orquesta no correspondía a la misma dinámica.
En los últimos años han sido muchas las ocasiones en que los coros han cantado el “Réquiem Op. 48” de Gabriel Fauré. Una vez más lo hacen la Orquesta Sinfónica con el Coro Sinfónico dirigido por Hugo Villarroel, al que se le agregó la Camerana Vocal.
En esta obra es palpable el interés de autor por dar una visión serena y esperanzadora de la muerte o el descanso eterno.
Nada más alejada de la teatral y casi terrorífica visión de un Verdi, por ejemplo. La conmoción está presente solo en una parte del
“Dies Irae”. El enfoque de Sugiyama hace prevalecer el sentido de la palabra y en la búsqueda de la expresión se permite apurar algunos
tempi, otorgándole a la obra una expresión conmovedora.
Los fraseos de la orquesta, así como las articulaciones e intencionalidad en los
arcos expresivos, fueron cuidadosos y de gran calidad. El coro demostró una excelente preparación tanto en lo vocal como en la expresión, con
fortes muy bien timbrados y hermosos
pianissimos, siguiendo atentamente las indicaciones del director.
Las dos secciones donde tiene participación Leonardo Aguilar, las cantó con bello y noble timbre.Uno de los momentos memorables fue el
“Pie Jesu”, cantado por Claudia Pereira. A su extraordinaria musicalidad y expresividad, le restó el molesto
vibrato de otras oportunidades, manejando con maestría los
arcos dinámicos, logrando bellísimos
pianissimos.
El dulce final de
“In Paradisum”, tuvo en las sopranos del coro las intérpretes precisas, con bella línea de canto, muy bien complementadas con el resto del coro. En resumen un gran inicio de temporada, que permitió conocer a un interesante y talentoso director.