Gilberto Ponce
El segundo concierto de la Temporada 2007 de la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal nos confirma algo que ya vaticinábamos antes: la potencialidad demostrada por el conjunto en su primera presentación.
No nos cabe duda sobre la positiva evolución que observaremos a lo largo de esta temporada, avalada por la seriedad del trabajo de cada uno de sus integrantes. Jan Latham-Koenig dio inició al programa con una versión que enfatizó los aspectos descriptivos y mágicos de la Obertura de la ópera “El cazador furtivo” de Carl Maria von Weber, observándose ahí un cuidadoso tratamiento de los aspectos dinámicos con los se captó perfectamente el espíritu sobrenatural de la obra.
En esta obra, al igual que en la “Sinfonía en Re menor” de Cesar Franck con que se cerró la jornada, la orquesta mostró todas sus fortalezas —y algunas de sus debilidades— como el hermoso sonido de fragmentos completos, la atención en los contrastes, la perfección en las articulaciones y una muy buena afinación, como además algunas entradas imperfectas o ciertas confusiones de ritmo durante breves momentos.
Creemos que la sinfonía de Franck fue una muestra del gran manejo en los contrastes de luz y sombra, y consideramos como el momento mejor logrado, aquel donde el carácter y expresión del Andante evidenció la excelencia del corno inglés y la notable respuesta de las cuerdas en
pizzicato, acompañadas por el arpa.
El punto cúlmine
En el resto de la sinfonía se alternaron fragmentos de gran brillo con otros opacos, en una interpretación que a veces fue más a lo externo, que a la esencia emocional.
Hemos dejado para el final de este comentario lo que consideramos una muestra total de excelencia. Se trata de la versión de las “Cuatro últimas canciones” de Richard Strauss. Ahí el óptimo sonido de la orquesta fue el equivalente al de un conjunto consolidado, y en donde el director consiguió todo cuanto se propuso para acompañar a una solista de primer nivel.
Es la soprano chilena residente en Alemania Marcela de Loa. La solista, la orquesta y el director Jan Latham-Koenig transformaron esta versión en una verdadera experiencia estética. Lo decimos porque pese a que gran parte del público no conocía el texto, la interpretación logró que se introdujera el mensaje de cada una de estas bellísimas canciones, que son la síntesis de Strauss en cuanto a su maestría como orquestador y como compositor para voces.
La obra, que es un entramado total entre la solista y la orquesta, sólo admite la unidad total de enfoques, pues los diálogos entre voz, las familias de instrumentos y la orquesta completa deben tener un único norte: el sometimiento absoluto y expresivo a los textos.
Marcela de Loa posee un registro impresionante de hermosos graves, un pastoso centro, y sólidos agudos. Maneja la palabra con tal sentido expresivo que resulta imposible no conmoverse. Su manejo vocal la lleva desde hermosos
pianissimos, hasta expresivos y dramáticos
fortes. Sería injusto establecer categorías para cada una de las canciones, pero como olvidar la tercera de ellas (“Beim Schlafengehen”), y el extraordinario acompañamiento del violín solista, que complementó espléndidamente a la soprano.
Latham-Koenig nos mostró su afinidad con las obras para voz. No olvidemos que se trata de un gran director de ópera y aquí obtuvo de su orquesta una soberbia respuesta en sonido, afinación y sobre todo en expresión. Fue una versión verdaderamente “antológica” a la que el público respondió con largas ovaciones y que nos anticipa el brillante futuro de esta orquesta.