Brian Molko, el líder apático que los adolescentes angustiados adoran.
Edgar Pinto, El MercurioSANTIAGO.- "Ojalá puedan llegar", bromeó Brian Molko, líder de Placebo, cuando en la polémica conferencia de prensa de ayer le preguntaron por los 20 mil espectadores que esta noche los verían en su segunda visita a Chile.
Paradójicamente, la broma que Molko hizo a propósito del Transantiago terminaría por cumplirse, porque un San Carlos de Apoquindo a un tercio de su capacidad recibió esta noche al trío. Mucho menos de lo que se esperaba para un grupo que en Chile se transformó en un verdadero fenómeno adolescente y de tribus urbanas.
"Muchas gracias por venir. Sabemos que ha sido difícil llegar aquí", saludó avanzado el concierto Stefan Olsdal, bajista de la banda, en un correcto español, acorde con su residencia en el madrileño barrio de Chueca.
A esa altura la banda ya se había paseado por buena parte de las canciones de su disco Meds (2006) —luego de media hora de un bien correspondido teloneo de Lucybell—, álbum que en líneas generales continuó con el perfil modelado en Sleeping with ghosts (2004), el disco que los trajo en abril de 2005 y que fidelizó a los veinteañeros que hoy pasaron por alto las aludidas dificultades de transporte para llegar hasta el lejano estadio.
Los temas de esos discos, mucho más cercanos al sello de "power trío", prácticamente coparon la primera hora del show. Recién entonces vino el primer "clásico" de la banda con "Special K", del notable Black Market Music. Tiempos en que Placebo todavía no abría la verdadera fábrica de temas en serie que inauguró con Sleeping...
Pero fue precisamente en canciones como "The bitter end" y "Song to say good bye" donde estaba el territorio más conocido para el público y los voltios necesarios para paliar el frío precordillerano. Algo a lo que no contribuyó la ya tradicional apatía del trío, esta vez mejor cubierta que en 2005 por los apoyos visuales, con tres pantallas al fondo del escenario para clips y dos laterales para imágenes en vivo.
Los recuerdos volvieron con "Taste in men", pero no se quedaron mucho más, porque tras una hora y 40 minutos sobre el escenario la banda se retiró por primera y única vez, pasando por alto el tradicional bis y las peticiones de regreso del público.
Final consecuente para un grupo que llegó malhumorado al aeropuerto y confirmó esta característica en su reunión con la prensa. Precio que esta vez el público tuvo que pagar.