¿A quién le importan los Balcanes? A la ONU. Quizás a Andrónico Luksic. La cosa es que hace casi dos décadas que miramos para allá y no vemos más que conflictos étnicos, y si tenemos suerte, alguna gracia de Kusturica. Si cuando viste “Todo está iluminado” o “Borat” te gustaron esas trompetas de carnaval frenético, acá te presentamos una guía con las mejores orquestas de la música balcánica. Para bailar sin cesar.
Matías Infante, zona.cl
Músicos de los Balcanes (foto: El Mercurio). |
Vayamos al grano. ¿Quiénes son los choros de los Balcanes? No son los griegos con sus mandolinas; tampoco la mayoría eslava de las ex repúblicas de Yugoslavia. Son los gitanos. Ellos han influenciado a la música de la región desde hace siglos, mezclando componentes “orientales” —los gitanos vienen del Punjab hindú— con su principal medio de expresión: los bronces, herencia de la larga ocupación militar turco-otomana. Y un ritmo endemoniado para saltar en trance, que ya se lo quisiera cualquier banda de punk.
Por eso, si un gitano te molesta en calle, pásale una trompeta y empieza a bailar.
Elegidos por sus vecinos bosnios, serbios, croatas, albaneses y macedonios como los músicos que representan a sus aldeas, los gitanos son número fijo en los míticos festivales regionales.
Hoy, el festival más importante de la región es el de Dragacevo (acá les va un rápido resumen de la versión 2006), en Guca, Serbia. Uno donde las big bands de bronces —conocidas como orkestars— son lideradas por virtuosos trompetistas que les dan su nombre. Treinta a cuarenta bandas se turnan para prender a los 300 mil espectadores. Entre locales, turistas y uno que otro borracho de pueblo.
De entre todas ellas, el más destacado:
Boban Markovic, hoy una de las máximas celebridades musicales de Serbia y los Balcanes. Y, claro,
Goran Bregovic, el tipo detrás de las bandas sonoras de las películas de Kusturica. Partiendo con los clásicos, obvio.
Boban Markovic: el Tommy Rey de Europa del Este
Boban Markovic (foto: El Mercurio). |
A principios de los ’90, el trompetista Boban Markovic comenzó a ganar todos los premios posibles en el festival de Dragacevo. En 1991 se presentó en Bari, Italia, como el acto principal de la celebración del Estrella Roja FC de Belgrado, campeón de la Champions League. Imagínense esa fiesta: como el Colo Colo 91, más gitanos, más toneladas de vodka.
Con el tiempo, comenzó a ser invitado fijo a los matrimonios y festivales musicales más importantes de Serbia. Y en 1995 estaba en todos lados. El rey del
gipsy-pop de Macedonia, Serbia y Croacia.
Participó esgrimiendo su trompeta en “El Sueño de Arizona” (1993) y “Underground” (1995) —ambas de Kusturica—. Todo esto sin editar ningún disco propio hasta 1997.
A los europeos les encanta su música. En el festival Pepsi Sziget del 2000, donde se han presentado artistas de la talla de Radiohead, David Bowie, Faith No More… Chumbawamba y Coolio (¿?), pasó que Oasis y Boban Markovic Orkestar debieron tocar en escenarios simultáneos. El público de 15 mil personas prefirió ampliamente a Markovic y los patilludos de los Gallagher tuvieron que esperar hasta 30 minutos después de que la Orkestar terminara —y que la gente se calmara— para iniciar su “humilde” espectáculo.
Goran Bregovic: otro de los consagrados
Goran Bregovic (foto: El Mercurio). |
Aunque Bregovic (57) no tiene nada de gitano, fue el principal responsable de “posicionar” a los romá en el mapa musical mundial.
De joven siempre quiso estudiar música, pero una tía aguafiestas convenció a la señora Bregovic de que no lo hiciera porque iba a estar lleno de homosexuales. La señora se creyó el cuento y sacó la correa. Entonces Goran conoció el rock pesado y se dejó crecer el pelo.
Compositor y guitarrista, a los 16 años ya había formado una banda, Bijelo Dugme (“Botón Blanco”, con influencias de Led Zeppelin y Black Sabbath, una especie de intocables en su país, como Los Jaivas de Chile), que llegó a ser la banda de rock más popular que haya tenido su (actualmente inexistente) país natal.
No se sabe muy bien por qué “Botón Blanco” se separó. Hay dos razones posibles: una cruel enfermedad del último vocalista, Alen Islamovic… o la mismísima disolución de Yugoslavia en 1989.
De la misma generación que
Emir Kusturica, Bregovic se encargó desde un principio de componer la música para sus películas. Así lo vemos en los créditos de “Tiempo de gitanos” (1989), “El sueño de Arizona”(1993, donde reinventa a un alicaído Iggy Pop y es apoyado por el emergente trompetista Boban Markovic) y especialmente en “Underground” (1995, también acompañado por Markovic), la de mayor éxito comercial y de crítica.
Actualmente se dedica a armar uno de los shows más alucinantes que se pueda imaginar. Así lo pudieron apreciar los que cruzaron la cordillera el 2004 para ir al BUE. Al SUE, obvio, no lo trajeron. La que nos perdimos.
Shantel: el Señor Coconut de los Balcanes
Shantel (Stefan Hantel) es el clásico DJ estrella que se pasea por los clubes mas exclusivos de Europa y que a veces se aparece en algún que otro evento tipo Creamfields. Pero su gracia está en producir remezclas de Boban Markovic, los rumanos
Taraf De Haidouks, o los macedonios
Kocani Orkestar,y hacer bailar a la gente del resto del mundo.
Lo más extraño es que sin tener sangre gitana,
Shantel es una eminencia en todo lo “balcánico”. A tal nivel, que fue coproductor de la banda sonora de la película Borat, una verdadera ensalada de melodías de Europa del este.
Taraf de Haïdokus: los bandidos de Rumania
Taraf de Haïdokus (foto: El Mercurio). |
Doce rumanos de ascendencia gitana liderados por un acordeón, con un nombre cuya traducción literal es “tropa de bandoleros”. Una docena de buenos amigotes sesentones buenos para la joda. Johnny Depp dijo cuando los conoció en el rodaje de “Man who cried" (00): “es cierto, son gitanos, pero no hay por qué discriminarlos por su raza. La música que hacen estos tipos es pura, pura alegría”.
Como sus antepasados, Taraf de Haïdokus han viajado por casi todo el mundo armando el show. Ya no en carpas sino que en hoteles Fancy. Pero ellos prefieren seguir teniendo residencia en Clejani, el Pelotillehue rumano.
“The Independent” los catalogó como “el mejor grupo gitano del mundo” y ellos no se la tragan. Y es que quizás en su pueblo no llega HBO y tampoco leen el diario.
Klezmer: para bailar como en Wedding Crushers
Klezmer en yiddish es sinónimo de carrete. Una música cuyas raíces nacen en la misma época en que los cristianos eran tirados a los leones. Y aunque los rabinos más ñoños no miraron con buenos ojos el uso de instrumentos musicales en las festividades, unos pocos iluminados decidieron discrepar y ponerse a tocar.
Tan bien les resultó que hasta nuestros días el klezmer constituye toda una escena musical, un clásico de cualquier Bar Mitzvah y orkestar balcánica. Una que, como todo estilo, ha sido mezclada y remezclada por músicos de todo el mundo.
The Klezmatics: neoyorkinos buenos para el Mazel-tov
The Klezmatics (foto: El Mercurio). |
A medio camino entre el inglés y el yiddish, el funk, el rock y el klezmer, los
Klezmatics podrían encender la peor de las fiestas.
Liderados por capo trompetista Frank London —quien ha dejado sus pulmones colaborando con bandas de, literalmente, los cinco continentes—, son firmes propulsores del amigamiento de las causas judías y palestinas. “Somos todos seres humanos y la música nos une. De hecho, tocamos música súper parecida, ¿saben?”, dijo una vez.
Suenan mejor a medida que se alejan de sus obvias raíces yankees. Y es que si viene del este, suena mejor.
Alamaailman Vasarat: el hardcore del klezmer
Dos chelos, un saxofonista-clarinetista, un trompetista-trombonista, un tecladista, un percusionista acelerado y guitarrazos chascones. Todos fineses entrenados en la música docta, aunque lo que hacen no tiene nada de clásico: combinan el klezmer con ese toque metalero que parece venir en la sangre de los rucios escandinavos.
“Somos una mezcla rara de música de ficción, algo de heavy metal, jazz y, claro, klezmer. No hay una manera fácil de ponerlo, creo”, han dicho.