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Una pasión apasionante

05 de Abril de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Dos de las cinco “pasiones” que escribiera Johann Sebastian Bach han sobrevivido completas y sin dudas acerca de su autenticidad. Esta que comentamos, la “Pasión según San Juan”, además de la la “Pasión según San Mateo”, han sido desde siempre obras de gran atractivo. No sólo para el público, sino también para los coros, que ven en ellas un monumento musical apreciados por los desafíos que plantean.

La “Pasión según San Juan”, más breve que la otra, se caracteriza por su evidente sentido dramático. Sigue la tradición iniciada con las “Sacras Representaciones” medievales para desembocar después a esta síntesis dramática y musical en manos de Johann Sebastian Bach, quien las pensó sólo en función del oficio religioso.

Orquesta y coro

Su gran valor musical las llevó también a las salas de concierto. La Orquesta Sinfónica de Chile, la Camerata Vocal que dirige Juan Pablo Villarroel y un grupo de solistas dieron vida a la presente versión, bajo la dirección general del maestro italiano Ruben Jais.

Su versión está en la línea de aquellos que piensan en interpretaciones de tempi rápidos y alados para darle agilidad al drama e intentando además hacer tocar a la orquesta según la sonoridad de los conjuntos y su instrumenal de época.

Esto que en principio es un valor puede convertirse en un problema si los músicos no están acostumbrados a las notas soufflé por ejemplo, notas que los instrumentos antiguos logran con facilidad. En este caso su uso provocó algunos problemas con los tempi entre orquesta y coro en algunos números. El más significativo, en el coro inicial. Ahí resultó confuso. En otros el éxito fue notable.

Bástenos señalar las arias del bajo, la segunda de la contralto, las del tenor, y entre otros coros, el de la segunda parte “Lasset uns den nicht”. Fue un soberbio triunfo de la Camerata. También pensamos que la rapidez de ciertos números conspiró contra la expresión. En algunas partes quedó un bello sonido, pero frío.

El coro final “Ruht wohl” fue transparente, de bello sonido, pero lejano. Y el coral conclusivo, verdadera reafirmación de fe, se finaliza en una especie de “anticlímax”, muy adecuado un oficio de iglesia.

Nada de lo anterior borra la pulcritud del trabajo previo, que se tradujo en una versión donde cada participante dio lo mejor de sí. La Orquesta, nada más que con 21 músicos y sólo los primeros atriles, logró en todo momento un hermoso sonido. No olvidemos que sus músicos no están acostumbrados al repertorio barroco. La única objeción está en los desajustes rítmicos de ciertas partes, y el tocar muy forte en algunas arias.

La Camerata Vocal realizó un fino trabajo previo, traducido en un desempeño de gran nivel que se vio opacado únicamente por confusiones de ritmo durante el primer coro. Ahí, incluso en lo vocal, se apartó de su excelencia.

Los solistas

El rol del “evangelista” (relator) es de tremenda exigencia vocal y dramática. En esta oportunidad fue cantado por el joven tenor argentino Rodrigo Ciarmiello, quien aún no posee la madurez necesaria para este rol. Es muy inexpresivo. Pareciera que no comprende el texto y tiene fallas de afinación. Sus buenos momentos los tuvo cuando pudo cantar ciertas líneas, como el “llanto de Pedro” en la primera parte. En todo caso bien sabemos que no es cosa menor cantar durante toda la obra.

La soprano Katia Escalera, cantó con prestancia su primera aria y en la segunda tuvo problemas de ritmo con los instrumentos. Marisol Hernández, de hermoso timbre, descolló en su segunda aria “Es ist vollbracht” por lo expresiva y en la precisión de la sección rápida de la misma.

Pablo Oyanedel, con un timbre cálido que a ratos recordaba a Dietrich Fischer Diskau, dio el perfil perfecto para el papel de Jesús, en una notable progresión dramática. Contundente fue el Pilatos de Sergio Gallardo e Iván Rodríguez puso todas sus grandes condiciones en las difíciles arias de tenor. Ahí fue espléndidamente acompañado por la orquesta, para dar con el estilo y carácter adecuado a ellas.

Una gran revelación fue el bajo Esteban Sepúlveda. Cálido timbre y seguridad asombrosa en medio de la velocidad que le imprimió el director a sus arias. Tuvo hermosos fraseos y afinación a toda prueba, por lo que pensamos que se ha ganado un lugar entre las figuras solistas emergentes.

Un digno cierre del ciclo sinfónico-coral, donde los conjuntos de la Universidad de Chile demostraron su nivel profesional bajo la batuta de un gran director.

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