El supergrupo estuvo más cerca de la nostalgia que del futuro en la noche del martes 10 en Santiago.
Marcelo Contreras
Slash y Scott Weiland: sí fue el amplio repertorio del dúo (foto: Edgar Pinto, El Mercurio) |
Antes que tipos de carne y hueso, parecen héroes de cómic delineados con actitud tabernaria. Velvet Revolver, anoche en la pista atlética del Estadio Nacional, labraron un presente rocanrolero tan bien ejecutado como escaso de novedades, e invocaron los fantasmas que los rotulan como súper grupo. Porque en ellos se resume el rock más sucio de Sunset Strip en los ''80 –el encarnado por Guns N'' Roses– y el perfume grunge de Stone Temple Pilots.
Comparado con otros engendros de alineaciones estelares como los recién disueltos Audioslave, lo de Velvet Revolver funciona porque cada miembro ejecuta su rol sin egos desmadrados. Scott Weiland será el cantante, pero es Slash el pivote. La gente vitoreó cada vez que el guitarrista enhebró su estilo. Más cerca de la nostalgia que de un futuro prometedor, Velvet Revolver ejecuta hard rock con profesionalismo. Nada más.