Gilberto Ponce
La Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago dio inicio a una temporada 2007 que consulta una interesante programación y que en forma ininterrumpida finalizará en diciembre.
Bajo la conducción de Santiago Meza el conjunto ha logrado un alto nivel de calidad, sin duda producto del serio trabajo de cada uno de sus integrantes. Es una calidad que se corrobora en cada una de sus presentaciones.
Ante la presencia de autoridades universitarias se escucharon dos obras de gran belleza, correspondientes a dos insignes compositores románticos. En primer lugar, el violinista solista Denis Kolobov abordó el “Concierto para violín y orquesta” Op. 61 de Ludwig van Beethoven. Desde la introducción orquestal fue posible escuchar el sensible acompañamiento de Meza y sus músicos, que le dieron todo el vuelo cantábile y lírico que la obra requiere con un interesante juego dinámico que resalta sus contrastes.
Beethoven: dudas y certezas
Kolobov, destacado y versátil solista, es poseedor de un noble y bello sonido, y siempre en sus presentaciones es posible detectar su talento y musicalidad. No obstante, en esta ocasión sus virtudes se vieron opacadas por algunas imprecisiones e incluso, cosa extraña en él, leves desafinaciones.
Si duda el primer movimiento fue el más débil de los tres. Parecía incluso no entrar en sintonía con los fraseos e intenciones de la orquesta. Sólo en algunas de sus secciones creímos escuchar al Kolobov de siempre.
En el larghetto se produjo un vuelco. Todo en él fue musicalidad y expresión. A cada sensible frase del solista la orquesta respondía con hermoso y musical sonido. El diálogo violín-maderas y pizzicato en las cuerdas fue sencillamente notable.
El rondó final tuvo secciones brillantes en el solista, mientras que en otras reaparecieron algunos ripios. La orquesta mantuvo siempre su nivel bajo la sensible batuta de Meza.
Mendelssohn: sensibilidades superlativas
Felix Mendelssohn es sin duda uno de los orquestadores más brillantes de la historia de la música con una intuición y gusto notable en el uso de timbres y colores instrumentales. La “Sinfonía N° 3 Op. 56” llamada “Escocesa”, es demostrativa de esta característica. Y ahí se pueden escuchar siempre melodías de gran belleza.
La obra exige de cada familia instrumental sonidos limpios y fraseos que destaquen los elementos descriptivos. También exige seguridad en las articulaciones, pero por sobre una sensible musicalidad.
Todo lo anterior encontramos en la versión de Meza y sus músicos, los que a lo largo de sus cuatro movimientos demostraron su musicalidad y calidad sonora.
Bástenos recordar el sonido de las maderas en general, la limpieza sonora de los vientos, y afiatado y hermoso sonido de las cuerdas.
La progresión de la introducción nos llevó hasta el agitado y expresivo allegro del primer movimiento. El scherzo que le sigue fue tocado liviano, preciso, y con articulaciones clarísimas. Luego el adagio, con sus nobles y expresivos temas de carácter elegíaco misteriosos, permitieron el lucimiento tanto individual como de las familias instrumentales.
El cuarto movimiento, con sus dos secciones enérgica y guerrera la primera y majestuosa la segunda, ratificaron la calidad de la versión aunque nos sorprendiera la gran velocidad impresa al tema que antecede al jubiloso final.
En resumen, un gran inicio de temporada por una orquesta que cumple una enorme labor de extensión desde su casa matriz la Universidad de Santiago de Chile.