Gilberto Ponce
El primer concierto de la temporada 2007 de la Orquesta Sinfónica de Chile fue dedicado a la memoria de Jean Sibelius cuando se conmemoran 50 años de su muerte. El mundo musical de Sibelius, es extraordinariamente introspectivo y al tiempo muy lírico y expresivo. Es probable que esta doble característica sea la que provoca tal adhesión en muchos melómanos.
En sus obras encontramos desde pictóricas descripciones hasta las más profundas manifestaciones de sentimientos, y en todas se hace uso de una magnífica paleta instrumental.
El director sueco Mika Eichenholz estuvo frente a la orquesta y dio muestras de un gran conocimiento de las obras y de un enfoque a veces muy personal que demandó de la orquesta una respuesta siempre en alerta y que en este caso fue del mejor nivel.
Finlandia y Brasil
El Poema Sinfónico “Finlandia” se convirtió en un verdadero ícono para el pueblo finlandés al ver reflejado en él sus deseos de autonomía. Sus amplias melodías de la segunda parte evocan sentimientos libertarios y heroicos.
La versión de Eichenholz se puede definir como enérgica y expresiva dentro de un
tempo bastante rápido que incluso hizo perder algo del lirismo propio del final. En todo caso esto puede ser una percepción personal que en lo absoluto le resta valor al enfoque del director.
Una de las obras favoritas de los violinistas en la actualidad es el “Concierto para violín y orquesta en Re menor Op. 47”. Es una obra de extraordinarias dificultades, no sólo técnicas, también interpretativas. Con treinta años el brasilero Daniel Guedes se mostró bastante sólido frente a los desafíos, aunque sin descollar.
Nos mostró un sonido más bien pequeño, lo que jugó en contra de su gran musicalidad en varios pasajes de la obra. Esto fue notorio en los movimientos extremos del concierto.
No obstante en el central “Adagio di molto”, su interpretación dio el justo ambiente a la carga emocional, oscura y dolorosa que atraviesa todo este movimiento, culminando en un final que consideramos mágico en su sonoridad.
Otro aspecto que nos habla bien de la musicalidad y calidad del solista, es en el manejo de los diálogos con la orquesta, en perfecta sintonía con los fraseos e intenciones. Su técnica es bastante depurada, tiene excelentes fraseos, arcos y dobles cuerdas, y Guedes muestra bastante ímpetu en las secciones de
bravura. Pero pensamos que su entusiasmo le jugó en contra en ciertos pasajes, al retrasar sus
tempi. Afortunadamente la atenta batuta del director salvó esos pequeños inconvenientes.
Sibelius sinfónico y enorme
El acompañamiento orquestal fue de gran nivel, aunque un poco grueso en el sonido de los bronces y esto lo atribuimos a la responsabilidad de la dirección. Respondiendo a los aplausos, Guedes tocó como
encore y en forma magnífica, el adagio de la “Primera sonata para violín solo” de Bach.
La “Sinfonía N° 2 en Re mayor, Op. 43” con que se cerró el homenaje, es de gran belleza y dificultad para la orquesta. Debido a los permanentes cambios que se observan en ella requiere de una visión unitaria dentro de la diversidad para que el auditor se pueda sumergir en la aventura planteada por Sibelius. Una aventura que culmina en uno de los finales más conmovedores jamás escritos, por la tensión creciente a lo largo de todo el cuarto movimiento final.
La versión de Eichenholz trata de ser a veces áspera, enfatizando los contrastes entre lo lírico y lo violento, y exigiendo el máximo rendimiento a los músicos para llegar al final amplio y expresivo.
Creemos que la orquesta realizó en esta oportunidad una gran presentación, siguiendo cada una de las indicaciones de director, al tiempo que cada músico daba lo mejor de sí en pos de un gran logro colectivo. En síntesis, un gran inicio de temporada.