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Una noche en Don Carlos

18 de Mayo de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce


No sólo se trata de una de las óperas más bellas jamás escritas, también lo es por su complejidad y dificultad en cuanto a montaje. Su extensión y la gran cantidad de escenas que la componen en sus cuatro o cinco actos (según la versión que se presente), requieren de un elenco de primer nivel que sea capaz de enfrentar sus grandes y constantes desafíos vocales.

Otro factor necesario para su éxito es el director musical. Es la persona que debe desentrañar la enorme cantidad de situaciones de carácter sicológico y emocional que la atraviesa.

En “Don Carlos” de Giuseppe Verdi, la ópera con que el Teatro Municipal de Santiago decidió inaugurar la temporada lírica 2007 para celebrar sus 150 años, encontramos no sólo los habituales conflictos amorosos. También hay conflictos políticos, religiosos y sicológicos, mientras algunos de sus personajes se debaten además entre el “querer” y el “deber ser”.

En esta ópera, Verdi es un compositor maduro en la cima de su creatividad. Ha creado para ella una paleta orquestal de tal riqueza que la hace absolutamente complementaria a la línea de canto. Podemos decir que la orquesta llega a constituirse en otro personaje que crea atmósferas sicológicas indispensables para la comprensión del drama.

La producción

Roberto Laganá Manoli estuvo a cargo de la escenografía, iluminación, vestuario y regie, en una ambientación que consideramos fuertemente pictórica donde las escenas se convirtieron en verdaderos cuadros barrocos al poner énfasis en los “claroscuros” propios del estilo. Incluso incorporó en la escena del gabinete del rey, el Cristo de Velásquez como gran fondo a la duda y sufrimiento de Felipe II.

El complemento fue el hermoso vestuario. Una regie que en sus movimientos a veces un tanto estáticos parecían recrear escenas de la pintura española de la época. Todo lo anterior realzado por la excelente iluminación, que incluso fue complemento de situaciones emocionales.

Las voces

Homero Pérez-Miranda (bajo-barítono) dio vida a Felipe II con una gran apostura escénica, teniendo además algunos notables momentos vocales. Se vio de esa manera en el dúo con el Gran Inquisidor cantado con prestancia por un notable Sergio Gómez (bajo), y en la escena del gabinete donde canta el aria (“Ella giammai m´amó”) de profunda emotividad, que provocó una de las ovaciones de la noche.

Rodrigo de Posa fue bien desarrollado por Sergio Gallardo (bajo-barítono). Y aunque su voz no es muy grande y a veces abusó del calderón alargando en demasía ciertas notas, hizo creíble el personaje.

Don Carlos tuvo en el coreano Yonghoon Lee (tenor) un gran intérprete. Posee una hermosa y dúctil voz, además de la apostura física que le ayuda en la credibilidad de su personaje. Sus grandes escenas fueron el dúo con Isabel, el dúo con Rodrigo y la despedida, cuando éste muere.

Conocida en las temporadas del teatro es la soprano María Pía Piscitelli, quien fue Isabel de Valois. Sin poseer una potente voz, tiene una extraordinaria musicalidad y sentido dramático. Vive intensamente su amor por Carlos y su “deber ser” con Felipe. Importante fue su escena final.

Sorprendió el año pasado por su bella voz de mezzosoprano. Ahora el desafío era mayúsculo para María Isabel Vera, pues la Princesa Éboli tiene dos arias y un trío de tremendas exigencias que la llevan a extremos en tesitura. De su trabajo podemos decir que salvo algunas dificultades en ciertos agudos, fue brillante. Sabemos que le falta estudio. Ahora viaja a perfeccionarse con una beca al extranjero y pensamos que se convertirá en una cantante que dará que hablar.

David Gaez fue un sólido Fraile. Patricia Cifuentes aportó su hermosa voz para la “Voz del Cielo”. Dos roles más pequeños pero importantes fueron cantados con profesionalismo por Carmen Sánchez, Sebastián Ferrada y Leonardo Pohl. El Coro que dirige Jorge Klastornick, cumplió como de costumbre un gran papel, no sólo cantando sino también actuando. Únicamente creemos que a pesar de sus hermosas voces fueron insuficientes en cuanto a peso en las grandes escenas.

La Orquesta

El alemán Alexander Joel dirigió la orquesta. Pensamos que no es el director más adecuado para esta ópera y para el conjunto en la actualidad. No cuida los balances y muchas veces el sonido es sucio, incluso con algunas desafinaciones. No frasea en la orquesta, no destaca frases importantes y para los cantantes sólo es un concertador que no pretende realizar el fundido entre frases orquestales y las de los solistas.

Incluso en esta función, al contrario de otras, su pulso fue laxo y sin energía, restando dramatismo en ciertos momentos. ¿Cansancio o enfermedad?, no lo sabemos.

No obstante estas consideraciones, esta inauguración de temporada de ópera puede considerarse un rotundo éxito, por la belleza indiscutida de la producción y la calidad de sus cantantes. Tanto así que el público recibió con euforia la función, al igual que ocurrió en las del elenco internacional.
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