Gilberto Ponce
Luis Rossi: espléndido en el clarinete (foto: Cristian Carvallo, El Mercurio) |
En la presente temporada de la Orquesta Sinfónica de Chile, hemos observado hasta el momento una gran irregularidad entre las presentaciones. En alguna, maravilla por su sonido y la calidad de la interpretación, mientras en otras muestra muchas falencias.
Lo singular de este hecho radica en que ambas situaciones ocurren a veces con un mismo director. Suponemos que en algunas ocasiones es la falta de ensayos la razón de los resultados endebles, y que en otras incidiría la afinidad que tiene un maestro con ciertos autores u obras.
Esto explicaría la irregularidad, donde a veces se escucha un sonido sucio, descuidado y con desafinaciones, inconcebibles en una orquesta de primer nivel, como lo es la Sinfónica.
Para el último concierto que comentamos, creemos que los ensayos no fueron suficientes, además de apreciar un exceso de confianza para una obra considerada de repertorio como la sinfonía de Tchaikovsky, que ha sido abordada por la orquesta y tal vez por el director en múltiples oportunidades.
Rodolfo Saglimbeni, el director venezolano que obtuviera excelentes resultados en el concierto anterior, dio inicio a su presentación conduciendo la "Obertura de la ópera Fidelio", de Beethoven, en una versión con muy pocos relieves, abusando de los golpes, con momentos confusos en las partes lentas, algunas notas falsas en los cornos y sonido estridente de los bronces en la sección final.
Rescataremos el rendimiento de las cuerdas por su buen sonido en general.
Dos solistas de primer nivel abordaron el amable "Concierto para clarinete y fagot" en Si bemol, de Carl Stamitz. Se trata del clarinetista Luis Rossi, espléndido intérprete y formador de gran cantidad de músicos, quien junto al notable Felipe Destéfano en fagot hicieron sobresalir las bondades de la obra, con sus perfectos diálogos y fraseos, articulaciones precisas, sólidamente afiatados y finalmente con una musicalidad del mejor nivel.
En cuanto al acompañamiento orquestal, mejoró luego de un inicio muy flojo. El pulso poco preciso del director en el segundo movimiento le hizo perder elegancia, no obstante los solistas dieron muestras de un hermoso sonido. Como el tercer movimiento es iniciado por el clarinete y el fagot, estos le imprimieron la energía necesaria para que se convirtiera en el mejor de la orquesta.
Pensamos que la calidad de estos solistas mereció un acompañamiento orquestal más ajustado.
Favorita de todos los públicos es la "Sinfonía N° 4 en Fa menor" Op. 36 de Piotr Ilich Tchaikovsky, por su inmensa belleza y su contenido emocional. No olvidemos que fue compuesta en uno de los momentos más críticos de la vida del compositor. Se dice que el tema inicial de los bronces, que se repite en otros momentos de la obra, simbolizaría el "destino trágico", y precisamente es esta situación la que debería estar presente.
Saglimbeni no penetra en los mensajes internos. Su mirada va hacia lo exterior, donde los acentos se transforman en golpes y las frases líricas se resaltan solo en algunas familias instrumentales, descuidando progresiones dramáticas. En contadas secciones logró momentos de gran musicalidad.
Luego del disparejo primer movimiento, las hermosas frases a solo del oboe, de los chelos y violas, al inicio del segundo, presagiaban una mejoría notable, que se malogró por un uso descuidado de los balances.
El siempre efectivo pizzicato de las cuerdas del tercero recibió una certera interpretación, así como el trío, donde maderas y bronces lograron un buen y musical sonido. El cuarto fue sin duda el más alejado del espíritu del autor, con una velocidad inusitada y poco musical, golpes estridentes en bronces y percusión y una importante cantidad de notas falsas y desafinaciones, que nos hacen pensar cuán alejada está esta orquesta de aquella que tuvo tan resonante éxito en su gira por Alemania no hace tanto tiempo.