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El sueño que no fue

04 de Junio de 2007 | 00:00 |
El ex guitarrista de los Cocteau Twins fue absorbido por fallas técnicas que le imposibilitaron llevar al trance onírico al público, compuesto en gran parte por fanáticos de su antigua banda que se dieron cita en La Batuta, la noche del sábado 2 de junio.

Sebastián Cerda


Es el prócer del dream pop. Qué más adecuado para sumergirse en un viaje de ensueño, a través de melodías y acordes. Sin embargo, un reiterado manotazo impidió que Robin Guthrie lograra sumergir al público en esas zonas, el sábado en La Batuta, a través de su espectáculo audiovisual "Lumière".

El ex guitarrista de los Cocteau Twins debió lidiar permanentemente con diversas fallas técnicas, atentatorias contra el normal desarrollo de una presentación que, más que otras, requiere de esa normalidad sin posibilidad de excepción alguna.

"Lumière" está planteado como una unidad. Una mezcla compacta de sonidos, emanados de la guitarra y las máquinas

Pedalera, ¿por qué me haces esto?: fallas técnicas surtidas empañaron el concierto audiovisual de Robin Guthrie en Chile. Mal (fotos: archivo El Mercurio).
de Guthrie, con imágenes proyectadas en pantalla, ubicada como centro de atención visual.

Sin embargo, un foco que apuntaba a la cara del músico y no a sus pies, como él había solicitado, derivó en permanentes pausas y peticiones de corrección. La solicitud de Guthrie puede sonar a divismo, pero no tenía que ver con eso. La disposición de la luz cumplía con darle una mejor visión sobre sus pedales, tal vez los aparatos fundamentales para quien ha hecho de las atmósferas creadas a partir de las seis cuerdas su sello.

Precisamente eso entregó cuando decidió abstraerse de los problemas. Pasajes de guitarras dialogantes, celestiales, oníricas. Cortinas tenues, frágiles, las mismas que patentara con el trío escocés en álbumes como Treasure (1983), y que fueron un buen sustituto para quienes fueron a verlo por su pasado más que por su presente.

Un fondo sonoro que era acompañado por imágenes sin hilación aparente, en las que predominaban formas y colores. Un conjunto configurado para estimular las neuronas más que cualquier sentido específico, en un objetivo que se ve enfrentado a sus propias contradicciones. En ocasiones, la música de Guthrie en solitario invita más a dejarse llevar por ella a ojos cerrados; no a fijar éstos en una pantalla, que en la lucha por captar atenciones también debe lidiar con la imagen del propio músico. Guthrie no es un desconocido ni un nombre sin cara. Para los devotos de su antigua banda es una figura poderosa, lo suficiente como para darle una mirada mientras ejecuta los sonidos que tantos llevan bien inscritos en la memoria.

Pero eso poco duraba. Cuando el camino al trance parecía emprenderse, venía la palmada intrusa. Cortes, inesperados aplausos y las llamadas de auxilio del escocés, que tuvieron su punto máximo cuando preguntó al aire "¿Qué puedo hacer ahora?". "Qué necesitas", le respondió una voz anónima desde el público. "Necesito esto", dijo Guthrie apuntando a sus pedales.

Fue una más dentro de las pausas que, sumadas, llevaron al más lamentable inconveniente, cuando mensajes del sistema daban cuenta de que las proyecciones en pantalla ya habían terminado, mientras la última pieza de Guthrie aún no —algo imperdonable en un espectáculo audiovisual—. El músico corroboró el fin de las imágenes y sonrió resignado. Era lo único que iba faltando. Segundos después terminó su última ejecución, se descolgó la guitarra, se despidió con desgano y salió raudo del escenario. A esa altura, ya no había nada más que hacer.
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