Gilberto Ponce
Lírico y dinámico: el violinista Isidro Rodríguez pasó de Webern a Berg con extraordinaria solvencia (foto: archivo El Mercurio). |
A pesar del hecho de que un grupo de estudiantes protestara con un lienzo donde podía leerse "el IMUC de Guarello es una farsa", hubo algo muy claro en el estupendo concierto con que se dio inicio a la Temporada de Cámara del IMUC (Instituto de Música de la Universidad Católica): cualquier cosa menos una farsa fue lo que advertimos por parte de un extraordinario conjunto de músicos bajo la dirección del compositor Aliosha Solovera.
El grupo lo conformaban experimentados maestros junto a solventes jóvenes, todos pertenecientes a diversas agrupaciones. Pero sin duda que lo más estimulante fue el programa preparado sobre la base de un grupo de compositores de la llamada "Escuela de Viena". Fue la provocó una revolución en el lenguaje musical del siglo XX y que sirvió a la larga como fuente de inspiración para cientos de músicos posteriores.
Ante un Salón de Honor de la Universidad Católica atestado de un público expectante, fue posible un acercamiento en vivo a obras de Anton Webern, Alban Berg y Arnold Schoenberg. Luego de unas palabras de Alejandro Guarello, director del IMUC, sobre la importancia que tiene para Chile la ejecución de este repertorio que ha sido trascendental para la música actual, se dio inicio al programa.
En primer lugar se escuchó el "Konzert Op. 24" de Anton Webern. La música de este autor ha sido comparada con algunas tendencias pictóricas contemporáneas por lo fragmentada en su forma y por las sugerencias de colores logradas a través de sus timbres. En el caso de este "Konzert" encontramos en su brevedad ese "puntillismo minimalista" de su lenguaje, en donde la amarga ironía no está ausente.
La versión de Solovera cuidó los diálogos. Sobresalió aquél de la segunda parte en que el piano transmite soledad existencial en contraste con lo concreto del resto de los instrumentos. Isidro Rodríguez, con extraordinaria solvencia, interpretó seguidamente la parte para violín del "adagio" del "Kammerkonzert" de Alban Berg. Él y los músicos plasmaron todo el lenguaje expresionista presente en la obra, tanto en sus líneas melódicas como en los bloques de acordes de gran expresividad.
Rodríguez interpretó con gran expresión todos los juegos dinámicos, logrando con naturalidad fundirse con los instrumentos y sobresalir en las partes más líricas. Los cálidos aplausos retribuyeron una versión de gran profesionalismo.
Luego del pequeño "incidente", que no encontró mayor respuesta entre el público, tuvimos el privilegio de escuchar la hermosa "Sinfonía de Cámara" de Arnold Schoenberg, sin duda la de mayor peso de todo el programa.
Ella requiere de un maduro concepto de interpretación, logrado ampliamente en esta oportunidad. No sólo escuchamos una impecable factura de fraseo. También salieron a luz todo el desgarro expresionista y su carga premonitoria de los oscuros acontecimientos que ocurrirían posteriormente en Europa.
A partir de su estructura formal a la manera clásica, Schoenberg introduce un atonalismo de gran poder expresivo valiéndose de un tema melódico que le sirve de eje temático.
El manejo de contrastes tanto melódicos como rítmicos, sus progresiones dramáticas y diálogos entre los "dos grupos" instrumentales, cuerdas más flauta y el resto de las maderas y bronces, mantienen inalterable el interés del público. A esto debemos sumar el profesionalismo demostrado por cada uno de los intérpretes, así como el dominio total de la partitura por parte de Solovera.
Las ruidosas manifestaciones de aprobación por parte de los asistentes sólo corrobora un hecho objetivo: cuando las cosas se hacen bien, el éxito está asegurado, y en este caso sólo cabe felicitar a los organizadores, por impecable factura del concierto.