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Con Schmidt y DeRusha recupera terreno

07 de Junio de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce


Luego de asistir al concierto de la Orquesta Sinfónica de Chile del sábado 2 de junio, podemos decir que el conjunto se reencontró con su sonido y musicalidad habituales.

El director estadounidense Stanley DeRusha demostró gran versatilidad en un programa con dos obras contemporáneas y una romántica, que fueron abordadas según nuestro parecer con solvente profesionalismo.

Bastante fortuna ha tenido Alejandro Guarello, pues se trata de uno de los compositores chilenos, con mayor cantidad de audiciones en conciertos públicos. Ahora se interpretó su “Imobuse”, que ya había sido estrenada por la Orquesta Filarmónica en el 2000.

La intrincada explicación del compositor, expuesta en el programa, fue refrendada por el director, quien gráficamente introdujo al público en la estructura y el sentido de la obra. Timbres, texturas, colores, atmósferas son algunos de los efectos reconocibles a lo largo de “Imobuse”, los que aparecen entrelazados con pedales, ostinatos e imitaciones, junto a un interesante juego dinámico mientras el material sonoro se traspasa de familia en familia.

Como resultado surge una obra que no decae en interés y que demanda además una permanente atención por parte de los músicos, y un conocimiento acabado por parte del director, lo que creemos ocurrió en esta ocasión, obteniéndose una muy buena interpretación de la partitura.

Si podemos considerar la obra de Guarello como un producto muy cerebral e intelectual del “Concierto para violín y orquesta” en Re mayor Op. 61 de Ludwig van Beethoven, en su puro romanticismo, podríamos decir que es producto del corazón y los sentimientos.
En esta línea fue la interpretación del joven violinista Giora Schmidt, y del director DeRusha.

Schmidt, posee un bello y gran sonido, además de impecable afinación, con un soberbio manejo dinámico en el que las articulaciones y fraseos fluyen naturalmente, fusionándose y sobresaliendo por sobre el entramado instrumental con maestría.

A estas características la orquesta respondió con un sonido noble y hermoso, con fraseos complementarios. No se limitó a ser un simple acompañante y respondió con expresivo contracanto al hermoso canto del solista.

El segundo movimiento, llevado más lento que de costumbre, fue gracias a la musicalidad de todos, conmovedoramente expresivo, en el tercero, encontramos del mejor nivel, las intenciones de fraseo y dinámica, lográndose una nueva lectura expresiva.

Las “codas” de los movimientos extremos mostraron un solista del mejor nivel, tanto por la resolución de las dobles cuerdas y la claridad absoluta de las melodías simultáneas, como las articulaciones y fraseos.

Será difícil olvidar la mágica entrada de la orquesta al concluir el solo en el primer movimiento y la precisión notable después del solo del tercero, antes del triunfal final, que arrancó ovaciones de un público que no se cansó de aplaudir una versión unitaria, en cuanto al concepto del solista y de la dirección.

De memoria, Stanley deRusha dirigió la hermosa y optimista “Sinfonía N° 9” en Mi bemol mayor Op. 70 de Dmitri Shostakovich con que finalizó la jornada. La obra posee una gran cantidad de secciones, tanto para instrumentos solistas como para el lucimiento para cada una de las familias.

Con bastante agrado pudimos constatar el espléndido rendimiento de cada músico, tanto en su calidad de solista, como en grupo, con afinación impecable, fraseos de gran musicalidad, arcos expresivos y notables progresiones dramáticas.

Todo lo anterior respondiendo a un claro concepto interpretativo del director, que manejó los balances, las inflexiones dinámicas como un gran conocedor del estilo. La versión no arrojó momentos débiles, fue una sucesión de excelencias, que hablan muy bien del nivel que puede alcanzar esta orquesta cuando se lo propone, y tiene al frente a un director con las cosas claras.
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