Imágenes paganas para un sujeto sacro, conversión de la sacerdotisa de la ópera en ícono del siglo XX, bien maquillado. "La Divina" mediática, hecha subasta y exposiciones. Su sitio web oficial hace un llamado a votar para que el Palais Garnier de París lleve su nombre.
Juan Antonio Muñoz H.
(fotos: El Mercurio). |
Ni siquiera era un vestido, sino sus restos. Lo que quedaba de un modelo color rosa con flores que se había quemado hace unos años en el incendio que destruyó el teatro La Fenice, de Venecia. Fue eso lo que un hombre de unos 40 años, cuya identidad se desconoce, "tomó prestado" de la muestra que Atenas ha dedicado a la que quizás sea la figura griega más conocida del siglo XX.
El vestido perteneció a Maria Callas (1923-1977) y estuvo una semana perdido. El viernes 1 de junio fue devuelto por correo. Melita Palestini, directora del Instituto de Cultura Italiano en la capital de Grecia, dice que no tiene explicación para lo sucedido y que la correspondencia parecía contener un video-cassette: "Comprimido, apareció el vestido", sintetiza.
Palestini llamó de inmediato a la policía para tratar de encontrar huellas del ladrón. Nada más se ha sabido.
Nada, salvo que el mundo completo dedica este año páginas y páginas a la soprano que hoy resulta inalcanzable, pues simplemente demostró que las técnicas interpretativas del teatro y del cine podían dar a la ópera una dimensión distinta. Callas logró convertir en paradigma historias mínimas de personajes olvidados y obsoletos. Alguna música, también para olvidar, fue restaurada gracias a ella.
El morbo y la técnica viven unidos en el último tiempo. A comienzos de mayo se anunció el encuentro de la última grabación que Callas realizó antes de su muerte. Data de 1973, de un concierto que la soprano ofreció en la iglesia St. Giles, en el barrio londinense de Cripplegate. "Con su voz en caída y su confianza destrozada, Callas fue convencida de grabar un último álbum. Pero debido a esa horrible actuación, esa obra nunca salió a la venta", dijo James Inverne, editor de "Gramophone", agregando frases como que "es peor de lo que cualquiera hubiera imaginado. Su voz estaba destruida y es trágico escucharla".
No tan trágico como lucrar a costa de la destrucción de otro, podría comentarse. Como si no bastara con los millones que han ganado gracias a ella.
Para aumentar el "alcance" de su voz, se anunció a fines de mayo que todas las grabaciones de Callas estarán disponibles para descarga digital: las óperas y recitales desde 1953 hasta su último registro en 1969, surcos grabados por Emi; los discos que integran también esas grabaciones legendarias realizadas por Fonit-Cetra (1949); ocho CD con los fragmentos más representativos del repertorio de la soprano, y un resumen digerible de dos CD titulado "Maria Callas: the one and only".
Que la Ópera de París se llame Maria Callas
Hace cinco años Zeffirelli estrenó en París, el 16 de septiembre, un postergado filme sobre su amiga: "Callas for ever". ¿Qué se podía agregar entonces a todo lo dicho, a la leyenda y a la historia? Zeffirelli propuso una ficción sobre los cuatro últimos meses de Maria, protagonizada por Fanny Ardant y Jeremy Irons, quien encarna a un promotor de rock inglés que insta a la soprano a terminar con su retiro en París filmando una versión concierto de "Carmen", en la cual ella aparecería doblando sus antiguas grabaciones.
Una semana antes del remate de objetos de Maria Callas que se efectuó en París en el año 2000, el periodista Michael White, con pluma burlona, fantaseaba sobre qué haría con su obtención el señor que consiguiera su "faja de látex Christian Dior con aplicación de encaje y dos lazos de satín".
La turbia intención oculta, otra vez, a esa "criatura antigua, extraña, misteriosa", como la describió Pier Paolo Pasolini. La misma que venera Bruno Tosi, presidente de la Asociación Internacional María Callas, y quien comanda la página web oficial www.callas.it, donde los fanáticos se agolpan para votar para que el Palais Garnier (la antigua Ópera de París) lleve el nombre de la cantante. ¿Y por qué no la Scala?
Prohibido cortarle un mechón
Los cúmulos de partituras y vestidos ya no están en la vieja subasta parisina. Michael White dice que el lote 202 consideraba una muestra de rizos castaños algo grisáceos por dos mil 860 dólares. Tampoco están disponibles el turro de pelucas y postizos ni los zapatos que "La Divina" usó durante la travesía en el yate Cristina, en el que Onassis le puso sitio hasta que resultó el asedio.
La subastada es, en estos días, la propia Callas, de la que se adueñan Milán, Hamburgo, Atenas, Nueva York y París. Desaparecida la Callas maciza de las funciones en Verona de "La Gioconda" y de Milán en "Las vísperas sicilianas", deslumbra la figura frágil que le sirvió para proyectar "La Vestal" y "Sonámbula", con el pelo apegado a la cabeza y flaquísima, guantes hasta más arriba de los codos, la tez más blanca, las cejas marcadas, los labios bien rojos. Rubia incluso, ella que era morena. En dos años bajó entre 30 y 40 kilos; algunos acusan que usó el irresponsable "método de la tenia" y otros que comía una ignota "pasta fisiológica" de Pantanella. Habría sido Zeffirelli el que le sugirió observar de cerca y emular la figura de Audrey Hepburn, "en especial la clásica petite robe noir de Givenchy". Leyendas.
Aunque la mayor parte de los operáticos de la actualidad no vieron "La Traviata" que dirigió Luchino Visconti para ella en 1955, las fotografías están tan unidas al sonido registrado en vivo que la ilusión de todos es haber estado ahí, disputando su presa al tenor Giuseppe di Stefano, sumergidos en la escenografía de Lila de Nobili, asistiendo al tránsito de la cortesana a los cielos. La asunción de Violetta en voz y brazos de la Callas, quien estudió cada movimiento con precisión y que no dejó esta vez nada al azar: capítulo clave de una antología escénica trágica del siglo XX, eslabón siguiente de esa cadena que integran Eleonora Duse y Sarah Bernhardt. El eslabón post Callas sigue pendiente.
16 de septiembre de 1977. Callas muere sola en su departamento en París. Atrás queda la soprano de farándula que bebió champagne y que se asesoró en moda con Biki. La letanía para su propio réquiem la escribe la propia Maria: "¿Y ahora qué? Cualquier cosa para poder sobrevivir, a ese punto he llegado".
Un ejecutivo de compañía disquera que aseguró haber visto a la Callas en su lecho de muerte reprimió su intención de cortarle un mechón. La diosa tenía que ascender intacta.
"No soy una mujer que se acuesta con uno y otro"
Callas no olvida: "En realidad, son las personas que más estrechamente han estado unidas a mí las que me han hecho más daño", escribió. Su madre, su hermana, Aristóteles Onassis y su marido Meneghini aspiran a tal estrechez.
Cuando la Callas olvida por un rato el placer de cantar en línea, saca músculos y se sumerge en las profundidades para dormir quieta junto a la Gioconda; los colores son negro y rojo, y el velo plateado de la sacerdotisa se rasga. "Enfrentémonos con la realidad: soy una mujer honrada, adorada y venerada, no una mujer que se acuesta con uno y con otro, sino al contrario, que dice no a todos. Es un milagro que hiciera carrera. Soy alguien de quien pueden sentirse orgullosas muchas personas, pero no sucede así. Soy un peso muerto".
Aunque rostro masivo del siglo XX, los aspectos esenciales de su arte permanecen ocultos para la gran mayoría, que sin embargo ha escuchado su nombre, reconoce su rostro y sabe del affaire Onassis. "Era su amante", sentencian con ignorante suspicacia. Algunos más atentos hasta dominan los nombres de sus rivales, de otras leyendas y de las que se empinan a su lado, midiendo fuerzas.
Cuando Callas interpretó su exitoso "Alceste" en La Scala, en 1954, faltaba un lustro para que la prodigiosa Joan Sutherland cantara "Lucia di Lammermoor" y un año para que la buenamoza Anna Moffo llegara a Spoleto con su Norina; hacía apenas unos meses que Leyla Gencer había debutado en Nápoles como Santuzza; Renata Scotto tenía 20 primaveras; recién en 15 años Beverly Sills llegaría a Milán; Montserrat Caballé cultivaba el fiato en el conservatorio; Elena Suliotis estaba en el colegio; Sylvia Sass tenía tres años, y a Lucia Aliberti le faltaban tres para nacer.
Festival de nuevas Callas
Sylvia Sass (foto: El Mercurio). |
Acusadas de copiarla. La griega Elena Suliotis fue la primera, en especial después de su "Anna Bolena" en el Carnegie Hall (1966), con apenas 23 años. Su carrera fue breve. La siguió la húngara Sylvia Sass, a quien Callas recibió en París poco antes de morir por insistencia de Leonard Bernstein.
El empresario de ópera británico Alan Sievewright, quien produjo el filme documental "Maria", comenta así los hechos que rodean a los llamados "epígonos Callas":
"Tildaron a Sylvia Sass como la nueva Callas. Fue un truco promocional. Y fue una infamia. Los medios de comunicación suelen estar muy aburridos... Le hicieron lo mismo a Elena Suliotis. Dijeron tantas tonteras acerca de ella que la perjudicaron".
Las chilenas Verónica Villarroel y Cristina Gallardo-Domâs también recibieron la embestida. Gallardo-Domâs respondió en seguida: "No soy la nueva Callas; soy la primera Gallardo-Domâs". No ha sido la única en contestar así.
www.callas.it