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El punto alto de los chilenos

18 de Junio de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Como una consagración definitiva para un grupo de cantantes chilenos figuró esta versión de la “Hija del Regimiento”, la ópera de Gaetano Donizetti que se presenta por estos días en el Teatro Municipal de Santiago. Una consagración no sólo por la calidad vocal sino por el plus de una actuación del mejor nivel.

En una puesta en escena que se basa en otra bastante difundida a través de la señal del cable y que pertenece a Julio Galán, fue repuesta en esta ocasión por el escenógrafo Enrique Bordolini y con el vesturiario de Imme Möller. La versión nacional traslada la acción a la Segunda Guerra Mundial, restándole el colorido de los uniformes y el vestuario propio del período napoleónico del original.

No obstante lo anterior, la régie de Javier Ulacia (que repone la creada por Emilio Sagi), es de tal creatividad y gracia que provoca a veces carcajadas de un público que sigue con gozo las alternativas de la trama.

Para una apuesta de esta naturaleza es necesario contar con un grupo de cantantes-comediantes de primer nivel. Sus protagonistas lo fueron. Hicieron creíble cada una de las situaciones, dando la impresión de que llevaban muchas funciones representando la ópera.

Las largas ovaciones del público al final del espectáculo premiaron con justicia una presentación de gran nivel.

La soprano Patricia Cifuentes, encarnó a María con una hermosa voz de perfecta afinación. Jugó con las coloraturas y estuvo firme en los agudos. Además ofreció una actuación convincente. Su escena en la clase de canto fue notable. Y también destacó en sus contínuos cambios de humor, donde enfocó su canto en la dirección de cada cambio en el ánimo. En las arias de coloratura ella fue pura chispa y en sus arias de carácter melancólico llegó a emocionar.

El tenor argentino Carlos Ullán, a cargo del rol de Tonio, posee una agradable voz, con pasajes hermosos, pero parece no tener aún la confianza necesaria para abordar los momentos de bravura. Esto le resta prestancia a su presentación. Seguramente lo logrará en el futuro, cuando cuente con más experiencia. En el aspecto actoral su desmostración fue correcta.

El barítono Patricio Sabaté abordó el papel de Sulpicio. Es un cantante de extraordinaria versatilidad, pues canta tanto ópera como conciertos y se enfrenta habitualmente a obras de los más variados estilos, siempre con éxito.

Ahora se le vio como en su elemento, dando la impresión de haber interpretado el papel en muchas ocasiones. Tanto en lo vocal como en la actuación, Sabaté lo hizo en el mejor nivel.

Lina Escobedo, como la marquesa, mostró su hermosa voz en las partes cantadas, y fue de un histrionismo genial en la clase canto. Carlos Guzmán actuó y cantó con bastante soltura y gracia el papel de Hortensio, mientras que la corrección fue la tónica para Marcelo San Martín y José Castro en sus breves roles.

La actriz Nelly Meruane le otorgó chispa y dignidad ofendida a su Duquesa, mientras que un genial “mozo”, cuyo nombre no aparece en el programa, le dio una nueva dimensión a la escena en la casa de la marquesa.

En relación con este punto, es importante recalcar que la régie afecta a muchos personajes dentro del escenario, lo que vitaliza permanentemente la acción.

El Coro del teatro, a cargo de Jorge Klastornick, cumplió con un sobresaliente papel, tanto en lo vocal como en actuación. Eso es habitual. Y la Orquesta Filarmónica, que actuó bajo la dirección de Andriy Yurkevych, fue solvente en esta oportunidad.
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